Nunca pensé que podría escribir una novela entera, ¡y menos con continuación!. Y bueno, lo pude hacer gracias a USTEDES. Porque me inspiran al escribir, porque sé que están esperando que una nueva entrada aparezca en el blog. Pero, de verdad, no tengo palabras. Eso, ya les dije... disfruten y, nunca dejen de creer en Jemi.
Los quiero, mucho y sinceramente. ¡¡¡Gracias!!!.
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La sujeto en mis brazos, las luces multicolores se reflejan en sus ojos, haciéndolos brillar todavía más. Quedan tres días para navidad, y el festival de la playa nos ofrece todas sus relucientes atracciones.
Volvimos a Los Ángeles hace un par de años, Demi ya tiene 22 años de edad, y yo 25. Al final, resultó que Travis es, actualmente, uno de mis mejores amigos; también de mi novia. A veces nos viene a visitar, o vamos nosotros, pero nunca perdemos contacto.
Mi hermano Kevin ya hizo realidad otro de sus grandes sueños: ser padre. Danielle dio a luz a una bella niña llamada Claire, con el cabello de un café achocolatado y lleno de rizos; piel morena y ojos verdes, es mucho más que hermosa.
Nicholas, como era de esperarse, volvió a estar con Miley. Alcanzaron a estar separados unas diez semanas, para darse cuenta de que no podían vivir sin el otro.
Frankie, sigue igual, sólo que algo más alto. Al igual que mis padres, bueno, excepto lo del crecimiento respecto a estatura.
-¡Joe!- me grita Demi, pasando su mano frente a mi cara como un limpiaparabrisas -despierta, ¿en qué pensabas?- me dice, riendo. Cómo amo la forma en que se ríe, la forma en que sus ojos se achican cuando lo hace.
-¿Y así me lo preguntas? siempre estoy pensando en ti- le respondo, sonriendo, mientras la abrazo y beso su amplia y pura frente.
Paso mi brazo por su cuello, ella toma mi mano que cae por su brazo, con la suya. Caminamos así por entre la multitud, el aire navideño se impregna en todo el aire, los buenos deseos se asoman por todas partes.
-¡Mira!- exclama, apuntando con su fino dedo a alguna parte del universo, sigo la dirección con la vista, y logro divisar a un hombre delgado sobre unos zancos, con ropas llamativas, como de circo, y la cara de muchos colores. Grita, y la gente se acerca atraídos por la curiosidad. -Vamos- me dice, jalándome, con su mano apretando mi muñeca.
"Y bien, ¿te atreves a participar?", me dice el caricaturesco personaje que se alzaba por sobre mi altura cuando llegamos corriendo frente a él. "Mira el lindo regalo que puedes darle a tu novia", continúa diciéndome, pero ahora mostrándome un blanco oso de felpa, con un listón azul amarrado al cuello, es el peluche más gigante y esponjoso que he visto.
-Bien- le contesto, y sonriendo, porque Demi lo hace también. "Bien", me responde el gran hombre, pasándome un arco, y tres flechas en un brillante carcaj.
"Sólo tienes que darle al blanco", apunta a un círculo dividido en varias secciones, nada fuera de lo común. Pero me sonríe de forma malévola, y entiendo el porqué. Seguramente sería más fácil con un sencillo dardo, pero usar un arco, es algo difícil.
-Bien- repito -hey, ¿me das un beso de buena suerte?- le digo a mi novia, acercándome; ella pone las yemas de sus dedos en mi barbilla, y deposita un pequeño y tierno beso en mis labios, los que me dan el calor suficiente como para poder olvidar por un momento el frío de mis mejillas causado por el fresco aire, propio de la estación. Alguna gente reacciona con un "oh", de ternura, y ambos sonreímos.
Con mi mano izquierda tomo el arco, saco una flecha, y la tenso en la cuerda con mi extremidad del lado derecho. Lo ubico a la altura de mi boca, cierro un ojo para poder tener el objetivo más claro. Lo separo sólo lo suficiente, el final de la flecha arde bajo mi piel, la suelto. Rompe el aire, corre fugaz, hasta el punto rojo del centro del círculo, todo está en silencio por un segundo, y al siguiente, las personas exclaman de sorpresa. Le dí en el blanco, justo al medio. Dejo el arma en el mesón y río de nerviosismo, ¿no se suponía que debía fallar?, pero no lo hice. El hombre también ríe desde allá arriba, me entrega el gran oso, y vuelve a gritar a la multitud, ofreciendo otro adorable muñeco de felpa.
Me doy vuelta, Demi sonríe al suelo, sin mostrar sus perfectos dientes. Con su palma envuelve su antebrazo contrario, y levanta su cabeza. Sus ilusionados ojos ansían encontrarse con mis propios. Le sonrió, y mi boca se desvía un poco hacia un lado. Ella me devuelve el gesto cuasándome un escalofrío por todo el cuerpo. Encamino mis pies en su dirección, y sin notarlo, ya estoy lo suficientemente cerca. Le ofrezco el premio, a lo que ella estira los brazos para recibirlo. Cuando logra sostenerlo, ríe.
-Gracias- me dice, cierra sus ojos y estira sus labios, y ya sé lo que está esperando. Me inclino por sobre ella y el peluche, y la beso.
-Qué te parece si ahora vamos allá- le digo, señalando a la rueda dela fortuna, que alumbraba todo con sus vivas luces y melodías.
Nos formamos a hacer la fila, una muy larga, por cierto. Nos demoraríamos una importante cantidad de minutos en poder llegar hasta el juego; pero la espera se hace más liviana con ella a mi lado. Me paro frente a ella, e intento tocar sus deliciosos labios, pero me lo impide; aunque sus ojos siguen impasibles, contemplando mi rostro. Hago una mueca, estiro mi labio inferior, y la miro como un cachorro. Ella ríe con ganas, y nuestras narices chocan.
-¿Van a subir o no?- pregunta alguien tras de mí. Doy vuelta, Demi y yo miramos curiosos. Ya estábamos al principio de la, antiguamente, eterna fila de espera.
El hombre nos abre la puerta del compartimiento, tomo la mano de Demetria, y la ayudo a subir primero. Luego, es mi turno, y el trabajador asegura la entrada justo después de mi subida. Ubicamos el oso de peluche al lado de Demi, ella se sienta junto a mí. La rueda de a poco empieza a avanzar para poder subir más pasajeros.
Por fin comienza a dar vueltas, a una velocidad justa. Jugamos y reímos por buen rato. Cuando nos calmamos, cruza sus piernas y apoya su cabeza en mi hombro, lentamente.
Los rojos restos del atardecer van desapareciendo, para dar lugar a miles y miles de fulgorosas estrellas. La luna llena se asoma, tímida, por entre los pequeños destellos del cielo.
Llevo mi mano a mi bolsillo derecho, y puedo sentir una pequeña y suave caja.
-Demi- digo, y aclaro mi garganta.
-Joe- responde ella, con voz monótona.
Me enderezo, dándole a entender que quiero que lo haga, también. Me mira, pero yo cierro mis ojos. Precisamente, cuando estoy a punto de abrirlos, el sabor más dulce llena mis labios. Son los suyos. Apenas logro moverme, le sigo sus cariños y así los termino gentilmente. Volvemos a la misma posición. Los dos, frente a frente.
Y en un perfecto segundo, los dos nos miramos profundamente, certeros en las pupilas. Y puedo ver todo, de pronto mil imágenes se me aparecen, tan rápidas como un rayo. Me lleno de vida, porque ahora sé que todo estará bien.
Porque ahora sé, que el anillo que reposa en el escondite de mi pantalón, no es para ahora, precisamente; porque ahora sé, que esto debo hacerlo frente a todos mis seres queridos, en la cena de Nochebuena. Porque ahora sé, que en la mañana de esta navidad, recibiré la mejor sorpresa que jamás me han dado, ese regalo perfecto que será la clave para el resto de mi vida. Porque tendremos que esperar nueve meses para recién poder palpar ese especial y milagroso presente; pero esa espera, será grata, será llena de felicidad, será en compañía de la mujer de mi vida, de Demetria Lovato, la chica frente a mí. Demetria Lovato, la misma adolescente que afortunadamente cayó frente a mis ojos, ése día en mi casa. Demetria Lovato, que ya no es adolescente. Demetria Lovato, la actual mujer, la ideal para mí, la que mi corazón estaba esperando, para entregarle todo.
Porque ahora sé, ahora puedo ver, en sus ojos, todo lo que me depara el destino. Puedo ver nuestra casa, y a Danny siendo nuestro primer hijo. El mismo que se convertirá en hermano mayor de James y Sophia. Puedo ver a la mujer que amo, caminando hacia mí, vestida de un blanco cegador.
Puedo ver todo, puedo ver mi destino, y de pronto, ya no veo nada. Porque tendré que descubrirlo yo mismo, pero lo que vi, aunque no lo recuerde, me da la pista para seguir, para confiar en que seguir con este amor, para entregarle mi alma y cuerpo al bello rostro que aún me observa, con brillo en los ojos. Porque la amo, y la amo tanto que a veces no sé cómo sentirme.
Ella también lo vio, vio todo a través de mí. Porque ahora somos uno, ahora comprendemos que haber llegado hasta aquí sin obstáculos, no lo hubiese hecho tan importante.
Nos abrazamos, porque los besos no sirven, nos abrazamos hasta que nos duele el pecho, porque ahora podemos entender que somos hecho el uno para el otro, y no hay otra verdad.
Volvimos a Los Ángeles hace un par de años, Demi ya tiene 22 años de edad, y yo 25. Al final, resultó que Travis es, actualmente, uno de mis mejores amigos; también de mi novia. A veces nos viene a visitar, o vamos nosotros, pero nunca perdemos contacto.
Mi hermano Kevin ya hizo realidad otro de sus grandes sueños: ser padre. Danielle dio a luz a una bella niña llamada Claire, con el cabello de un café achocolatado y lleno de rizos; piel morena y ojos verdes, es mucho más que hermosa.
Nicholas, como era de esperarse, volvió a estar con Miley. Alcanzaron a estar separados unas diez semanas, para darse cuenta de que no podían vivir sin el otro.
Frankie, sigue igual, sólo que algo más alto. Al igual que mis padres, bueno, excepto lo del crecimiento respecto a estatura.
-¡Joe!- me grita Demi, pasando su mano frente a mi cara como un limpiaparabrisas -despierta, ¿en qué pensabas?- me dice, riendo. Cómo amo la forma en que se ríe, la forma en que sus ojos se achican cuando lo hace.
-¿Y así me lo preguntas? siempre estoy pensando en ti- le respondo, sonriendo, mientras la abrazo y beso su amplia y pura frente.
Paso mi brazo por su cuello, ella toma mi mano que cae por su brazo, con la suya. Caminamos así por entre la multitud, el aire navideño se impregna en todo el aire, los buenos deseos se asoman por todas partes.
-¡Mira!- exclama, apuntando con su fino dedo a alguna parte del universo, sigo la dirección con la vista, y logro divisar a un hombre delgado sobre unos zancos, con ropas llamativas, como de circo, y la cara de muchos colores. Grita, y la gente se acerca atraídos por la curiosidad. -Vamos- me dice, jalándome, con su mano apretando mi muñeca.
"Y bien, ¿te atreves a participar?", me dice el caricaturesco personaje que se alzaba por sobre mi altura cuando llegamos corriendo frente a él. "Mira el lindo regalo que puedes darle a tu novia", continúa diciéndome, pero ahora mostrándome un blanco oso de felpa, con un listón azul amarrado al cuello, es el peluche más gigante y esponjoso que he visto.
-Bien- le contesto, y sonriendo, porque Demi lo hace también. "Bien", me responde el gran hombre, pasándome un arco, y tres flechas en un brillante carcaj.
"Sólo tienes que darle al blanco", apunta a un círculo dividido en varias secciones, nada fuera de lo común. Pero me sonríe de forma malévola, y entiendo el porqué. Seguramente sería más fácil con un sencillo dardo, pero usar un arco, es algo difícil.
-Bien- repito -hey, ¿me das un beso de buena suerte?- le digo a mi novia, acercándome; ella pone las yemas de sus dedos en mi barbilla, y deposita un pequeño y tierno beso en mis labios, los que me dan el calor suficiente como para poder olvidar por un momento el frío de mis mejillas causado por el fresco aire, propio de la estación. Alguna gente reacciona con un "oh", de ternura, y ambos sonreímos.
Con mi mano izquierda tomo el arco, saco una flecha, y la tenso en la cuerda con mi extremidad del lado derecho. Lo ubico a la altura de mi boca, cierro un ojo para poder tener el objetivo más claro. Lo separo sólo lo suficiente, el final de la flecha arde bajo mi piel, la suelto. Rompe el aire, corre fugaz, hasta el punto rojo del centro del círculo, todo está en silencio por un segundo, y al siguiente, las personas exclaman de sorpresa. Le dí en el blanco, justo al medio. Dejo el arma en el mesón y río de nerviosismo, ¿no se suponía que debía fallar?, pero no lo hice. El hombre también ríe desde allá arriba, me entrega el gran oso, y vuelve a gritar a la multitud, ofreciendo otro adorable muñeco de felpa.
Me doy vuelta, Demi sonríe al suelo, sin mostrar sus perfectos dientes. Con su palma envuelve su antebrazo contrario, y levanta su cabeza. Sus ilusionados ojos ansían encontrarse con mis propios. Le sonrió, y mi boca se desvía un poco hacia un lado. Ella me devuelve el gesto cuasándome un escalofrío por todo el cuerpo. Encamino mis pies en su dirección, y sin notarlo, ya estoy lo suficientemente cerca. Le ofrezco el premio, a lo que ella estira los brazos para recibirlo. Cuando logra sostenerlo, ríe.
-Gracias- me dice, cierra sus ojos y estira sus labios, y ya sé lo que está esperando. Me inclino por sobre ella y el peluche, y la beso.
-Qué te parece si ahora vamos allá- le digo, señalando a la rueda dela fortuna, que alumbraba todo con sus vivas luces y melodías.
Nos formamos a hacer la fila, una muy larga, por cierto. Nos demoraríamos una importante cantidad de minutos en poder llegar hasta el juego; pero la espera se hace más liviana con ella a mi lado. Me paro frente a ella, e intento tocar sus deliciosos labios, pero me lo impide; aunque sus ojos siguen impasibles, contemplando mi rostro. Hago una mueca, estiro mi labio inferior, y la miro como un cachorro. Ella ríe con ganas, y nuestras narices chocan.
-¿Van a subir o no?- pregunta alguien tras de mí. Doy vuelta, Demi y yo miramos curiosos. Ya estábamos al principio de la, antiguamente, eterna fila de espera.
El hombre nos abre la puerta del compartimiento, tomo la mano de Demetria, y la ayudo a subir primero. Luego, es mi turno, y el trabajador asegura la entrada justo después de mi subida. Ubicamos el oso de peluche al lado de Demi, ella se sienta junto a mí. La rueda de a poco empieza a avanzar para poder subir más pasajeros.
Por fin comienza a dar vueltas, a una velocidad justa. Jugamos y reímos por buen rato. Cuando nos calmamos, cruza sus piernas y apoya su cabeza en mi hombro, lentamente.
Los rojos restos del atardecer van desapareciendo, para dar lugar a miles y miles de fulgorosas estrellas. La luna llena se asoma, tímida, por entre los pequeños destellos del cielo.
Llevo mi mano a mi bolsillo derecho, y puedo sentir una pequeña y suave caja.
-Demi- digo, y aclaro mi garganta.
-Joe- responde ella, con voz monótona.
Me enderezo, dándole a entender que quiero que lo haga, también. Me mira, pero yo cierro mis ojos. Precisamente, cuando estoy a punto de abrirlos, el sabor más dulce llena mis labios. Son los suyos. Apenas logro moverme, le sigo sus cariños y así los termino gentilmente. Volvemos a la misma posición. Los dos, frente a frente.
Y en un perfecto segundo, los dos nos miramos profundamente, certeros en las pupilas. Y puedo ver todo, de pronto mil imágenes se me aparecen, tan rápidas como un rayo. Me lleno de vida, porque ahora sé que todo estará bien.
Porque ahora sé, que el anillo que reposa en el escondite de mi pantalón, no es para ahora, precisamente; porque ahora sé, que esto debo hacerlo frente a todos mis seres queridos, en la cena de Nochebuena. Porque ahora sé, que en la mañana de esta navidad, recibiré la mejor sorpresa que jamás me han dado, ese regalo perfecto que será la clave para el resto de mi vida. Porque tendremos que esperar nueve meses para recién poder palpar ese especial y milagroso presente; pero esa espera, será grata, será llena de felicidad, será en compañía de la mujer de mi vida, de Demetria Lovato, la chica frente a mí. Demetria Lovato, la misma adolescente que afortunadamente cayó frente a mis ojos, ése día en mi casa. Demetria Lovato, que ya no es adolescente. Demetria Lovato, la actual mujer, la ideal para mí, la que mi corazón estaba esperando, para entregarle todo.
Porque ahora sé, ahora puedo ver, en sus ojos, todo lo que me depara el destino. Puedo ver nuestra casa, y a Danny siendo nuestro primer hijo. El mismo que se convertirá en hermano mayor de James y Sophia. Puedo ver a la mujer que amo, caminando hacia mí, vestida de un blanco cegador.
Puedo ver todo, puedo ver mi destino, y de pronto, ya no veo nada. Porque tendré que descubrirlo yo mismo, pero lo que vi, aunque no lo recuerde, me da la pista para seguir, para confiar en que seguir con este amor, para entregarle mi alma y cuerpo al bello rostro que aún me observa, con brillo en los ojos. Porque la amo, y la amo tanto que a veces no sé cómo sentirme.
Ella también lo vio, vio todo a través de mí. Porque ahora somos uno, ahora comprendemos que haber llegado hasta aquí sin obstáculos, no lo hubiese hecho tan importante.
Nos abrazamos, porque los besos no sirven, nos abrazamos hasta que nos duele el pecho, porque ahora podemos entender que somos hecho el uno para el otro, y no hay otra verdad.