sábado, 29 de octubre de 2011

Young Love Murderer I

La luz proveniente del gran foco caía sobre mí, y se apagaba de repente. Los acordes terminaban y una sonrisa nacía en mi rostro. Aplausos ensordecedores producían una energía que se extendía por todo mi cuerpo. De a poco el telón se fue cerrando hasta que nadie pudo verme. Corrí a la parte posterior del escenario donde me esperaba él. Lo abracé, me levantó con facilidad, "felicitaciones" dijo, y me besó.


Juilliard fue mi sueño desde que tengo uso de razón. Y ahora, estaba por fin acá, haciendo realidad mis ilusiones. Hace seis meses llegué a New York City, sólo para esto. Me aceptaron en la academia a mitad de año... cursaba las clases de Música, teatro y danza. Tuve el placer y la suerte de que me eligieran para el acto final del show de fin de año.
Mi novio actual era Travis Clark, un pelirrojo proveniente de Florida. Nos conocimos en mi primer día en la academia, fuimos amigos por cuatro meses, y hace dos meses atrás decidimos dar el siguiente paso, todo iba de maravillas.
Todos mis amigos se acercaron a abrazarme y darme sus buenas opiniones sobre mi presentación. No pude hacer más que agradecerles. En el tiempo que había estado en ese lugar, me había sentido mucho mejor. Todos eran agradables conmigo, por las tardes nos juntábamos algunos sólo a cantar, aquí cada uno de nosotros compartíamos la misma pasión, a veces había competencia, pero, en general, todos nos dedicábamos a disfrutar juntos. Aunque, a pesar de todo lo bien que había ido mi vida en esta ciudad, aún tenía cicatrices abiertas, y el hecho de que tuviera novio, no significaba que mi corazón no estuviese aún roto.
Conversaba con mis compañeros, mientras Travis me abrazaba por la espalda y su aliento producía cosquillas en mi oreja. Los padres iban llegando de a poco a felicitar a sus hijos, los hermanos menores observaban a los mayores con ojos soñadores, anhelando ser como ellos.
Nadie llegaría a verme.
Me di vuelta y busqué la mirada de mi novio. Sus parientes lo esperaban a un costado, debía despedirme. Lo besé ansiosa y él me sonrió, prometió llamarme luego y se dirigió hacia las cinco personas que deseaban felicitarlo y decirle lo orgullosos que estaban de él.
Observé la tierna escena, riéndome de mí misma al saber que yo no tendría eso nunca más. Ahora estaba sola. Quise salir del edificio. Di un giro en mis pies, y caminé observando mis zapatos. Pero llegado un momento, unas zapatillas se cruzaron en mi trayecto. Esperé lo suficiente como para que se movieran, y así yo podría seguir caminando, pero no ocurrió.
Alcé mi vista. Refregué mis ojos esperando a que no fuera verdad. Me alejé instintivamente y en su mirada apareció un brillo de tristeza. No quería verlo, pero en ese instante todo lo demás desapareció.
Sonrió ladeando sus atractivos labios que aún no podía borrar de mi mente, no era tan lindo antes.
Abrí mi boca para decir algo, al notar que ningún sonido era capaz de salir, la cerré.
-Lo hiciste excelente- dijo como si nada hubiese ocurrido entre nosotros, sacó una de sus manos de detrás de su espalda y me ofreció un pequeño pero hermoso ramo de flores -felicitaciones- siguió, como si nada.
Me sorprendió con un repentino abrazo, pero apenas su piel tocó la mía, lo alejé.
-¿Qué sucede?- preguntó con aire inocente.
-¿Que qué sucede?- protesté; ¿cómo se atrevía a llegar sin previo aviso, y actuar como si aún le importara?.
El hecho de haberme dejado sin aire al verlo... ¿no era suficiente?, ¿no se daba cuenta de lo que me causaba?, ¿no recordaba lo perdidamente enamorada que estoy o estaba de él?, por supuesto que lo recuerda, se lo dije y demostré más veces de las necesarias.
No podía creer que mi cuerpo aún se estremeciera de esa forma. Esto no podía seguir así... yo debía olvidarlo de una vez por todas, debía dejarle claro que no quería verlo nunca más; debía decirle que ya no lo necesitaba... aunque me estuviese engañando a mí misma.
-Vete- refunfuñé entre dientes, con mi mirada perdida en su pecho. Me volteé, lo escuché devolverme las palabras pero ya estaba muy lejos como para escucharlo. Sentí un dolor atravesándome el pecho, pero debía mantenerme fuerte. Arrojé las flores lo más lejos posible, corrí hacia los camarines y ya no resistí más.



viernes, 14 de octubre de 2011

ANUNCIO (:

¡Hola!, ¿cómo están? :D bueno, les vengo a decir que... sí voy a escribir más capítulos, como que me lo han pedido mucho, y me han ayudado bastante, de verdad me han demostrado de que les gustó mi novela :3 y se los agradezco demasiado. Bueno, como avisé antes, serán solo unos pocos capítulos, pero no se llamará "Enchanted". Ah, voy a escribir en un tiempo más, no mucho, pero sí suficiente como para renovar todas mis ideas, y así vengo y les dejo capítulos de calidad jajaja bueno, eso, muchas muchas gracias. Esto lo hago para que no se desesperen, y para que esperen con paciencia los nuevos capítulos :3 cuídense, hasta pronto.

sábado, 8 de octubre de 2011

Enchanted ~ 30 (último capítulo).

Antes de que empiecen a leer este capítulo... quería agradecerles mucho, por todo. Empecé esta novela, porque necesitaba algo con qué desahogarme, descubrí que escribir me ayuda mucho; y al saber, al notar que ustedes la reciben tan bien, me hacen sentir mucho mejor.
Cada vez que tengo algún sentimiento fuerte, sea bueno o malo, me alegra poder construir uno de estos capítulos, sólo con mis sentimientos. Además, necesitaba algo dónde plasmar todas las ideas sobre esta pareja que es mi favorita.
Bueno, este ya es el capítulo número 30... wow. Bueno, ¿saben qué?, a pesar de todo, de todos estos capítulos, aún no he podido publicar todas mis ideas, por eso, quería ofrecerles algo.
Si ustedes me ayudan a que más personas lean esta novela, porque no creo que hayan tan pocos Jemi fans, escribiré más capítulos; sólo si me ayudan. No planeo una segunda temporada, unos cuantos capítulos más, para que sepan lo que pasa después. A no ser de que queden conformes con este final :)
Bueno, disfruten el capítulo, gracias por darme esta linda experiencia, y ¡nunca dejen de creer en Jemi!.

_______________________________________________________________

Desperté. Miré al blanco techo de mi habitación, qué sueño tan extraño. Hoy la llamaría, y ella me diría que quería pasar este día conmigo, que me amaba. Me puse de lado... y sentí la humedad impregnada en mi almohada, delatando mis lágrimas infinitas que habían corrido hasta la madrugada. Esto no podía ser cierto, no. Mis latidos se aceleraron, y mis ojos empezaban a mojarse. "No, no, no", murmuraba repetidas veces. ¿De verdad pude ser tan torpe?, ¿de verdad arruiné todo?. Necesitaba a alguien que me dijera que todo estaría bien, como antes. 
Bajé hasta la cocina, las empleadas limpiaban el desastre que habíamos dejado. Pasé por la suave alfombra, entré y saqué una manzana de la gran fuente de frutas. La lavé, apenas le di un mordisco ya no quería más; me sentía pésimo. Volví a mi habitación, no sabía qué hacer, no tenía ganas de hacer nada.
Marqué en mi celular el número de la primera persona que se me vino a la cabeza, mi consejero, mi mejor amigo, y al mismo tiempo, mi hermano.
-Nick- pude apenas decir cuando me contestó, después de tres tonos de marcado. -Nick, ¿puedes venir a mi habitación?- necesitaba alguien con quién poder desahogarme, alguien que me escuchara. Si bien sabía de que sólo debía hablar con Demi, y disculparme; necesitaba un buen apoyo antes.
-No estoy en casa... Joe, ¿no vas al aeropuerto?-
-¿Qué? ¿De qué demonios hablas?- le respondí casi gritando -de verdad necesito hablar contigo, es respecto a Demi- y en ese momento mi corazón empezaba a apretarse.
-¿Qué sucedió?- parecía asustado -mira, apenas llegue a casa hablamos. Además ten claro que todos la vamos a extrañar.-
¿Por qué decía eso?, mi mente se retorcía tratando de buscar una solución a todo este lío, tratando de explicar las palabras de mi hermano; mientras mis corazón se apretujaba y las lágrimas amenazaban con salir al recordar lo que había pasado la noche anterior. Nunca me perdonaría el haberla hecho llorar de esa forma tan profunda y cruda. Lucía como un cachorrito herido bajo la lluvia; siempre relacionaba la lluvia con las escenas románticas de las películas, pero nunca recordaba los contrastes que mostraban, hasta la jornada anterior, en que presencié y causé yo mismo una, que definitivamente, jamás olvidaría.
-¿Qué quieres decir...?- pregunté como un pequeño niño a punto de recibir un castigo.
-Joe, ¿qué te dijo Demi anoche, cuando fuiste tras ella?- me cuestionó.
-Nada en especial, estaba muy... enojada, y triste, pero- 
-Ella tenía que hablar contigo por una razón, Joe. ¿No te dijo nada "importante"?- dijo acentuando la última palabra. 
Yo me quedé en silencio... el silencio concede, y Nick lo sabía.
-Debes ir al aeropuerto ahora mismo, Demi se irá, Joseph. Debes despedirte de ella.- sentenció.
"No", estaba siendo una palabra muy repetida dentro de mi mente, pero nada más podía decir. No, esto no podía estar pasando. No me di el trabajo de fijarme si había cortado la llamada, pero arrojé el aparato en la misma cama y me vestí con la rapidez de un rayo. Tomé el llavero del que colgaban todas mis llaves y corrí hacia mi auto. Introduje la llave en el agujero, y la giré, encendiendo el motor. Pisé el acelerador hasta el fondo produciendo un fuerte y molesto ruido. Retrocedí rápidamente y partí hacia el destino del que mi hermano me advirtió. El trayecto hacia el terminal de aviones era de poco más de media hora...
Mis dedos se aferraban al volante, no sabía cuánto tiempo más podía contenerme. Apreté mis labios, y  mis ojos se cubrían completamente con mis lágrimas. Tenía un deseo enorme de detenerme al costado de la autopista y liberarme por fin de toda esta sobrecarga de sentimientos; pero necesitaba ver a Demi, no podía dejarla ir así como así, no podía dejar que se vaya sin siquiera despedirme, no podía cometer otro error. Debía arreglar todo, debía disculparme, debía... recoger los trozos de su corazón que yo mismo había roto. La radio sonaba, pero no estaba escuchando. Apenas veía las líneas que delimitaban el camino, y mi mente estaba en otro lugar, flotando en algún lado del vasto universo.
Mi corazón palpitaba precipitadamente, y en cualquier momento sentía que se detendría. Un dolor me invadía el cuerpo entero; ¿y si no volvía a verla?.
"Demi, te amo" susurré, y en ese preciso instante comencé a llorar. Lo único que deseaba, era que me perdonara, que me sonriera otra vez, que me dejara ver sus ojos brillar de emoción, que me dejara poder tocar su tibia piel, y disfrutar de su hipnotizante aroma. Pero... yo no podía perdonarme a mí mismo, por mis acciones y las consecuencias que éstas trajeron consigo. 
Me faltaba muy poco para llegar, empecé a desesperarme, veía aviones despegar, esperaba que ella no fuera en ninguno de aquellos, confiaba en que fuera así. Me estacioné en cualquier parte y bajé corriendo. "Vuelos internacionales", no creía. Entré y subí al ascensor, una pequeña niña rubia observaba asustada mi llanto, pensé que... ella tal vez creía, que los hombres no pueden llorar. "Piso 3, vuelos nacionales", escuché decir a través del parlante. Apenas se abrieron las puertas salí disparado, oí como una señora me gritaba que fuera más cuidadoso, pero seguí corriendo. Le rogaba a todas las fuerzas del destino para que conspiraran a mi favor, veía miles y miles de personas, pero no a la que yo quería. Sería un problema encontrarla en este lugar.
Ya no podía correr más, me apoyé en una muralla y bajé lentamente hasta quedar sentado en el suelo, estaba frío. La frustración me invadía, lloré desconsoladamente, desesperado por encontrar a la mujer que amaba. Nadie notaba mi presencia, veía zapatos pasar fugaces junto a mí, las ruedas de las maletas rodando, cuerpos chocando. Necesitaba tenerla de vuelta conmigo, se había convertido en una parte esencial de mi ser, ella era la inspiración para cada cosa que hacía, la pensaba en cada segundo... y ahora, no estaba, ¿qué sería de mí?; no podía visualizarme sin Demi. No podía aceptar que ese amor probablemente nunca más lo presenciaría. No quería darme por vencido. La amaba, ¿no es cierto?. Sí, ésa era la verdad, la amaba demasiado. Debía encontrar una solución, debía seguir insistiendo.
"Pasajeros del vuelo 143 a New York City, abordar por puerta de embarque número 7". Eso fue todo. No necesitaba más que oír, algo en mi interior se encendió y me dijo a gritos que debía ir tras el único verdadero amor de mi vida. Corrí, esta vez esperanzado, aún no se iría; ella no podía irse si me veía.
Puerta 4, 5, 6... puerta 7. No me detuve un instante, era ahora o nunca, todo o nada. Debía portar un pasaje que no tenía, me escurrí bajo el marco, causando gritos de los guardias, se hablaban por los radios, diciéndose unos a otros que detengan al muchacho de la polera azul. Ésto debía ser rápido. ¿Dónde estás?, me preguntaba. En el mesón, de espaldas a mí; reconocería esa silueta en cualquier parte.
-¡Demi!- vociferé -¡DEMI!- y aún más fuerte. Ella volteó, sí, era ella. Corrí, halado por su persona.
Pero esto no era una película. Un cuerpo enorme, imponente, se plantó entre ella y yo.
-No- dijo su padre, mirándome serio, muy serio, furioso.
-¡Por favor!- le implore, y las lágrimas renacían -necesito hablar con su hija sólo un momento.-
-Ya le has causado bastante daño- me encaró, y me empujó con sus grandes manos desde mi pecho.
Ella. Se asomó por entre el corpulento y robusto cuerpo de su papá, y lo miró compasiva. Tocó delicadamente su brazo, "está bien, papá, será sólo un momento... y no va a cambiar nada".
Sus palabras llegaron hasta lo más profundo de mí, sí podía cambiar esto... debía hacerlo, o intentarlo. Su mirada se encontraba triste, desolada. Sus labios estaban quietos, rectos. No llevaba maquillaje ni ropas caras, y aún así, parecía un ángel.
-Demi...- murmuré y mi mentón tiritaba, causando un hilo desigual en mi voz. Quería abrazarla, pero tenía claro que muchas cosas me lo impedían. Ella me dirigió una fría mirada. -Demi- sollocé. -perdóname, por favor, bonita. Perdón por todo esto...- le dije llorando, ella no hacía más que observarme.
-Yo no soy a quién debes pedir perdón- contestó cortante.
-Entonces, te pido que por favor intentes olvidar el daño que te causé, por favor... Demi- mis manos se dirigieron a tocar sus hombros, pero se detuvieron a medio camino, las azoté en el aire, frustrado, destrozado, y las volví a bajar. -me arrepiento tanto.-
Ella trató de esconder sus ojos llorosos, se contuvo, y volvió a dirigirme la mirada... seguía como antes, no soportaba tener que verla de esta manera.
-Yo no puedo seguir esto, ya no más- me dijo con su voz quebrándose; lo que me causó mucho más dolor. Lloré con más fuerzas, y ella intentaba no hacerlo.
-No digas eso- le respondí, alzando mi voz -podemos intentarlo de nuevo... pero no te vayas, por favor- mi llanto era más que yo, y nadie estaba como para poder acompañarme.
-¿Crees que por venir hasta acá voy a cancelar mi viaje?, ¿crees que es así de sencillo?- me enfrentó cambiando drásticamente su tono de voz. -Pues no lo es- apretó su mandíbula. -yo no voy a dejar mis planes sólo por ti... en especial por alguien como tú.-
Esto no estaba saliendo de la forma esperada, ni mi egocéntrica forma de verme me daba confianza como para poder manejar la situación. Sin ella, yo sólo era yo. Necesitaba ser un nosotros. Mi corazón sufría y dolía más cada segundo que pasaba, y las lágrimas no paraban ni un instante.
-Te amo...- sollocé como último recurso.
Ella detuvo su vista en la imagen de mí, llorando. Vaciló un instante, y escuché cómo tragaba su propia saliva.
-... estuve encantada de conocerte, Joseph- y su voz se desmoronó. Se volteó antes de que yo pudiera verla derramar la primera lágrima. Caminó en dirección a la manga que la llevaría al avión, dónde la esperaban su padre y sus empleados.
Ya todo estaba dicho, ya nada podía hacer. Había puesto todas mis cartas sobre la mesa, y perdí el juego más importante. Perdí el juego, que de juego no tenía nada. Me destruí. Mi llanto se hizo más sonoro que antes, ya nada importaba, ya nada podía interesarme si la perdía.
La vi caminar, paso tras otro, hasta que no pude verla más. Nunca podría borrarme esa imagen.
Todo esto es culpa mía. De todo esto fui la causa, y de todo esto sufriría las consecuencias. 
Ella se fue,  se fue dejándome ahí parado, ahí parado como un vagabundo solitario, que no fue capaz de ver el diamante por estar cegado por el sol. Como un alma en pena. Como un cupido sin corazón. Como un fuego sin llamas.
Como yo... sin ella.




Y, yo también, estuve encantado de conocerte.


______________________________________________________________




domingo, 2 de octubre de 2011

Enchanted ~ 29 (penúltimo capítulo).

Casi una semana y aún no recibía ni una llamada de él. Sentía mis ojos húmedos mientras veía la foto sobre mi mesita de noche que nos mostraba a los dos, abrazados; la puse boca abajo y me recosté sobre mi cama. ¿Tan rápido fue todo? ¿así nada más?, ¿sería que me estaba dejando de lado porque encontró a la chica de sus sueños, así como hizo con Brenda cuando me conoció a mí?. Karma, seguramente; pero yo no tuve la culpa, nadie me mencionó siquiera que él estaba saliendo con alguien más. ¿Por qué defendía tanto a esta chica ahora?, sólo le di un golpe inocente, me motivé por la rabia que estaba sintiendo, no podía enojarse para siempre conmigo sólo por eso, ¿no me comprendía?.
Mi celular empezó a vibrar, contesté antes de que empezara a sonar.
No me di cuenta de quién me llamaba, pero... no, no era quién yo creía, o más bien, no era quién yo deseaba.
-Hola Demi- dijeron al otro lado de la línea, era Nick. Le contesté indiferente. -¿No has hablado con mi hermano, cierto?-
-No, Nicholas. Supongo que está muy enojado, pero no entiendo por qué- mi voz era fría, blanda; arrastraba las palabras para evitar soltar un sollozo. -lo peor, es que me han llamado... ya sabes de dónde-
-¿Qué? ¿Lo peor?. Demi, ¡son noticias maravillosas!- Nick sabía absolutamente todo de mí, era un gran confidente, y yo confiaba plenamente en él; por lo tanto, sabía también de los proyectos personales que yo estaba planeando para mi futuro.
-¿Te parece si hablamos frente a frente?- dije ignorando todo comentario.

Decidimos ir a un café que había a la vuelta de su casa, me fue a buscar y caminamos juntos. Nick era el mejor amigo que alguien pudiera desear, me tomó de la mano sin mayor problemas, ambos sabíamos muy bien lo que éramos, ansié acariciar sus dedos esperando encontrar los largos y algo ásperos que se me hacían habituales, pero como era lógico, no pude dar con ellos. La mano de Nick era gordita, suave, y fría, muy fría. No podía evitar extrañar a Joseph; mi amigo se dio cuenta, me miró preocupado y me abrazó; aunque era difícil caminar así, apreciaba tener a alguien.
-Debes decirle- me enfrentó al estar ya cómodos devorándonos un banana split. -hoy habrá una fiesta en mi casa para despedir a Kevin...-
-No quiero ir, Nicholas. No quiero encontrarme con Ashley otra vez-
-¿Vas a dejar que te falte el respeto así? No puedes dejar que gane. Además no irás por ella, irás por Joe- me increpó.
-Esto no es ningún juego para ganar o perder, Nick. Estoy segura de que apenas podré hablar con él- el tomó aire como para decir algo, ya me imaginaba lo que diría, por lo que respondí inmediatamente -pero lo intentaré- sonreí sin ganas. Él asintió y sonrió en señal de satisfacción.
-Ya no soporto a esa chica- dijo Nick de repente. Me sorprendí al oírlo pero decidí seguir escuchándolo -anda todo el día chillando, pero menos mal que no la veo tan seguido porque se pasa todo el día...- se detuvo en seco, mirándome con unos ojos gigantes.
-¿Con Joe?- pregunté desinteresada, era obvio. ¿Osea que sí me había reemplazado?, negué incrédula con mi cabeza. -estaré en tu casa hoy, Nick- dije decidida.
Intenté parecer fuerte porque quería serlo, quería ser irrompible; pero me sentía destruida, desmoronada, tomaría todas mis fuerzas para poder hablar con Joe esta noche, debía decírselo, debía saber su reacción. ¿Le importaría?, era una pregunta de la que me atemorizaba saber la respuesta.
Me devolví casi corriendo a mi casa. Mi padre no estaba en la ciudad, pero llegaría esta noche. Leí algunas revistas, vi un poco de televisión. Estaba tan asustada de quedarme sola otra vez; de ser traicionada... de perder al amor de mi vida. Porque éso era él, éso era Joseph Jonas para mí. Mi primer y verdadero amor.
No quería derramar lágrimas ahora, tal vez sólo estaba sobreactuando, ¿y si él sólo necesitaba un tiempo?, ¿y si él esperaba, al igual que yo, que la otra persona llamara?, ¿y si sólo con abrazarlo otra vez todo se solucionaba?. Pero, ¿y si no era así?, ¿y si lo perdía?. No podía conciliar la idea sin sentir mi corazón apretado. Ansiaba ver esos ojos, ansiaba escuchar su voz diciéndome cuánto me amaba. Estaba loca y perdidamente enamorada de él, y eso, nada podía cambiarlo.
Me puse un vestido suave, que llegaba hasta sobre encima de mis rodillas. El cielo se nublaba, y el ambiente se iba enfriando, tomé un abrigo negro de la misma altura que mi vestido. Elegí unas lindas ballerinas que mi padre me compró justo antes de irse, de color rosa, con dibujos de flores bordadas, y un pequeño y finísimo lazo encima. ¿Eso era todo?, debía irme ya. Tomé mi bolso negro de cuero, de tamaño mediano, me lo crucé sobre el cuerpo. Cerré la puerta tras de mí, y mi corazón le dio impulso a mis pies para ir a la dirección indicada, hasta esa majestuosa casa, que se impuso enorme ante mí, ahora, y tal como el primer día.
Denise me recibió con un fuerte abrazo, "te he extrañado, ¿por qué no habías venido?". Me limité a sonreír, y a dar otra de mis estúpidas excusas -estuve de compras, en otra ciudad-, genial, Demi. Así nadie pensará que eres una descerebrada.
Colgué mi abrigo y cartera en el perchero junto a la entrada. Una larga mesa exhibía un gran banquete, todos bebían y comían junto a él. Saqué un pequeño muffin con trozos de chocolate, y me fui a sentar en la esquina de un sillón, amontonada, con mis brazos apegados a mi cuerpo. Veía a todos fugaces, escuchaba sus risas amortiguadas contra el silencio de mi mente, y sus conversaciones me parecían en otro idioma. Yo sólo era una chica de Texas, ¿por qué estaba aquí?.
Ni un rastro de Joseph. Un chico se acercó a hablarme, no tenía idea de quién era pero parecía agradable. En un intento de reír de manera forzada, tragué al mismo tiempo y me atoré, no paraba de toser, el chico me miraba desconcertado; me ayudó a ponerme de pie, tomó mis brazos y los alzó en el aire, mientras toda mi saliva iba quedando en su camisa. "Lo siento", mencioné, todos nos miraban, pero cuando verificaron que no me morí, volví a ser invisible.
-No te preocupes- contestó él, sonriendo.
-Lo siento, ¿me disculpas un momento?- pregunté al notar que Nicholas había llegado desde la planta superior. Me dirigí hacia él, apurando mis pasos y esquivando a todas las personas que ahí se encontraban. Llegué apenas.
-¡Demi!- dijo alegre -sabía que vendrías, te ves encantadora- revolvió mi cabello, lo que hizo que agachara mi cabeza y arrugara mi nariz.
Me pregunté si ya había hablado con Joe. Le contesté que no. No, ni siquiera lo había visto aún. Pusieron música, no tenía ganas de bailar, pero Nick me forzó a ir con él hacia el centro de esa sala. Me ubicó frente a él, y comenzó a moverse de manera ridícula, daba pequeños brincos mientras me miraba con una sonrisa grabada en su rostro, no pude evitar soltar una risa. Él me sonrió aún más, se acercó a mí, me tomó de la cintura y empezó a dar vueltas, mientras yo reía.
-Así es como me gusta verte- dijo, y me abrazó. Fuimos a comer algo más, los dos acabaríamos con toda la comida del mundo en apenas un día. Estábamos conversando muy a gusto, cuando él cambió la expresión en su rostro por completo.
Miré en la dirección que sus ojos indicaban, y ahí estaba. En un grupo aparte, con sus amigos de parranda, y la imbécil del año. Ella lo amarraba con sus brazos esqueléticos, no, más bien lo asfixiaba. Él tenía un vaso en su mano, supuse que era cerveza, lo supuse, pero era cierto. Fui instintivamente hacia el grupo desagradable a la vista que habían formado. Me veía como un hobbit junto a sus enormes amigos. Ashley me observaba con burla, y Joe aún no se percataba de mi presencia.
-¿Puedo hablar contigo?- dije en un hilo de voz que no pudo oír, pero Ashley sí, quién se rió de mí, y lo abrazó más fuerte y acariciaba su estómago.
Mi corazón se hacía añicos. Él notó su gesto, y tocó sus dedos. Entonces me vio.
-Hola- mencionó algo molesto. No podía creerlo, ¿ahora yo era un estorbo?.
-¿Puedo hablar contigo?- repetí, y mis ojos ya se iban humedeciendo.
-Estoy ocupado- volvió a charlar con los tipos que estaban a su lado, y que me miraban como a un insecto.
Miré a Nicholas buscando algún apoyo, ya que mis piernas flaqueaban, él contemplaba la escena con compasión.
-¡Joe!- exclamé con la voz quebrada, él se volvió hacia mí y carcajeó. Un coro de risas lo acompañó. Ya no podía más, me estaban humillando, y rompiendo el corazón al mismo tiempo. -Joe- sollocé.
Hizo un gesto de desprecio con su boca, "¿qué quieres?", me contestó escupiendo las palabras, y con sus ojos llenos de asco.
-Necesito hablar contigo- pero no pude más, justo en ese instante empezaron a caer lágrimas desde mis ojos. Ashley trató de aguantar una risa, pero, al parecer, no se contuvo. ¿De verdad todo esto estaba pasando?.
-¡Demi, no seas estúpida!- gritó Joe al notar que yo estaba llorando, lo que me hizo sentir mucho peor. -¿de qué quieres hablar conmigo? no tenemos nada pendiente- dijo cortante.
Todo estaba arruinado, todo estaba dicho. Esto era lo que me temía, esto era mi peor pesadilla, tenía miedo, y mucho. Retrocedí en mis pasos, y fui corriendo atravesando toda la multitud, que estaban observando todo lo que pasaba. Al pasar junto a Nick, él trató de tomarme por el brazo. Lo esquivé y salí corriendo.
Afuera llovía torrencialmente, al correr por la entrada me tropecé varias veces. No veía nada con mis ojos cubiertos en lágrimas y las gotas de lluvia atormentándome. Lloraba sin parar mientras corría sin rumbo bajo la tormenta. Llegué hasta una esquina, dónde un semáforo indicaba que no podía cruzar.
Me quedé parada allí, llorando y recordando cada palabra, cada gesto, cada risa. Había destrozado mi corazón como si estuviera hecho de cristal. Lloré, y lloré aún más.
Cuando de pronto sentí pasos rápidos tras de mí, y unos brazos sujetándome fuertemente a la altura de mi pecho. Su aroma era inconfundible, no hacía falta verlo para saber que era él, mi llanto aumentó en gran cantidad. Él también lloraba, y se refugiaba en mi cuello, a través de mi cabello.
-Perdóname, perdóname, por favor- dijo con un nudo en la garganta ahogando sus palabras. Me alejé de él, y me di media vuelta, su pelo estaba empapado con la lluvia, y caían lágrimas por sus ojos con la misma intensidad que las mías.
-¡Vete!- grité con todas mis fuerzas -¡Vete lejos y no vuelvas más!- el dolor en mi alma era algo insoportable, me torturaba, como una estaca atravesando todo mi cuerpo.
-¡No!- exclamó él, sacó su chaqueta en una fracción de segundo y me abrazó, cruzándola por mi espalda. Lo empujé con un golpe en su pecho, y lloramos mucho más.
Hice detener un taxi, pero él me impedía irme, abrazándome desde atrás. "Perdóname", repetía una y otra vez. Lo alejé con un codazo, y subí rauda al asiento delantero, él pegó su mano al vidrio, por el que se resbalaban fugazmente las grandes y abundantes gotas de lluvia. El auto se puso en marcha, y lo perdí de vista. Veía las luces pasar, escuchaba la música de la radio como si estuviera tan lejana, como el recuerdo de mi amor con Joseph, como el recuerdo de todas nuestras caricias. Ahora sólo quedaban las cenizas.
Todo desaparecía, y yo no podía parar de llorar.