domingo, 4 de diciembre de 2011

Young Love Murderer VII (último).

Ahora sí, esto es todo. Nada me explica mejor que un "gracias", no, perdón, un "muchas, muchísimas gracias". Porque han seguido esta historia, la han esperado. Y... no tengo palabras. Esto es, esto es todo, el final definitivo. Gracias y más gracias por leer lo que escribo. Ahora tengo pensado hacer una "Joe y tú", ¿qué opinan :)?. A pesar de todo, no dejen de creer en Jemi. Sientánse libres de venir, cualquier día, y leer su capítulo favorito, porque van a estar, siempre van a estar disponibles.
Nunca pensé que podría escribir una novela entera, ¡y menos con continuación!. Y bueno, lo pude hacer gracias a USTEDES. Porque me inspiran al escribir, porque sé que están esperando que una nueva entrada aparezca en el blog. Pero, de verdad, no tengo palabras. Eso, ya les dije... disfruten y, nunca dejen de creer en Jemi.
Los quiero, mucho y sinceramente. ¡¡¡Gracias!!!.
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La sujeto en mis brazos, las luces multicolores se reflejan en sus ojos, haciéndolos brillar todavía más. Quedan tres días para navidad, y el festival de la playa nos ofrece todas sus relucientes atracciones.
Volvimos a Los Ángeles hace un par de años, Demi ya tiene 22 años de edad, y yo 25. Al final, resultó que Travis es, actualmente, uno de mis mejores amigos; también de mi novia. A veces nos viene a visitar, o vamos nosotros, pero nunca perdemos contacto. 
Mi hermano Kevin ya hizo realidad otro de sus grandes sueños: ser padre. Danielle dio a luz a una bella niña llamada Claire, con el cabello de un café achocolatado y lleno de rizos; piel morena y ojos verdes, es mucho más que hermosa.
Nicholas, como era de esperarse, volvió a estar con Miley. Alcanzaron a estar separados unas diez semanas, para darse cuenta de que no podían vivir sin el otro.
Frankie, sigue igual, sólo que algo más alto. Al igual que mis padres, bueno, excepto lo del crecimiento respecto a estatura.
-¡Joe!- me grita Demi, pasando su mano frente a mi cara como un limpiaparabrisas -despierta, ¿en qué pensabas?- me dice, riendo. Cómo amo la forma en que se ríe, la forma en que sus ojos se achican cuando lo hace.
-¿Y así me lo preguntas? siempre estoy pensando en ti- le respondo, sonriendo, mientras la abrazo y beso su amplia y pura frente.
Paso mi brazo por su cuello, ella toma mi mano que cae por su brazo, con la suya. Caminamos así por entre la multitud, el aire navideño se impregna en todo el aire, los buenos deseos se asoman por todas partes.
-¡Mira!- exclama, apuntando con su fino dedo a alguna parte del universo, sigo la dirección con la vista, y logro divisar a un hombre delgado sobre unos zancos, con ropas llamativas, como de circo, y la cara de muchos colores. Grita, y la gente se acerca atraídos por la curiosidad. -Vamos- me dice, jalándome, con su mano apretando mi muñeca.
"Y bien, ¿te atreves a participar?", me dice el caricaturesco personaje que se alzaba por sobre mi altura cuando llegamos corriendo frente a él. "Mira el lindo regalo que puedes darle a tu novia", continúa diciéndome, pero ahora mostrándome un blanco oso de felpa, con un listón azul amarrado al cuello, es el peluche más gigante y esponjoso que he visto.
-Bien- le contesto, y sonriendo, porque Demi lo hace también. "Bien", me responde el gran hombre, pasándome un arco, y tres flechas en un brillante carcaj.
"Sólo tienes que darle al blanco", apunta a un círculo dividido en varias secciones, nada fuera de lo común. Pero me sonríe de forma malévola, y entiendo el porqué. Seguramente sería más fácil con un sencillo dardo, pero usar un arco, es algo difícil.
-Bien- repito -hey, ¿me das un beso de buena suerte?- le digo a mi novia, acercándome; ella pone las yemas de sus dedos en mi barbilla, y deposita un pequeño y tierno beso en mis labios, los que me dan el calor suficiente como para poder olvidar por un momento el frío de mis mejillas causado por el fresco aire, propio de la estación. Alguna gente reacciona con un "oh", de ternura, y ambos sonreímos.
Con mi mano izquierda tomo el arco, saco una flecha, y la tenso en la cuerda con mi extremidad del lado derecho. Lo ubico a la altura de mi boca, cierro un ojo para poder tener el objetivo más claro. Lo separo sólo lo suficiente, el final de la flecha arde bajo mi piel, la suelto. Rompe el aire, corre fugaz, hasta el punto rojo del centro del círculo, todo está en silencio por un segundo, y al siguiente, las personas exclaman de sorpresa. Le dí en el blanco, justo al medio. Dejo el arma en el mesón y río de nerviosismo, ¿no se suponía que debía fallar?, pero no lo hice. El hombre también ríe desde allá arriba, me entrega el gran oso, y vuelve a gritar a la multitud, ofreciendo otro adorable muñeco de felpa.
Me doy vuelta, Demi sonríe al suelo, sin mostrar sus perfectos dientes. Con su palma envuelve su antebrazo contrario, y levanta su cabeza. Sus ilusionados ojos ansían encontrarse con mis propios. Le sonrió, y mi boca se desvía un poco hacia un lado. Ella me devuelve el gesto cuasándome un escalofrío por todo el cuerpo. Encamino mis pies en su dirección, y sin notarlo, ya estoy lo suficientemente cerca. Le ofrezco el premio, a lo que ella estira los brazos para recibirlo. Cuando logra sostenerlo, ríe.
-Gracias- me dice, cierra sus ojos y estira sus labios, y ya sé lo que está esperando. Me inclino por sobre ella y el peluche, y la beso.
-Qué te parece si ahora vamos allá- le digo, señalando a la rueda dela fortuna, que alumbraba todo con sus vivas luces y melodías.
Nos formamos a hacer la fila, una muy larga, por cierto. Nos demoraríamos una importante cantidad de minutos en poder llegar hasta el juego; pero la espera se hace más liviana con ella a mi lado. Me paro frente a ella, e intento tocar sus deliciosos labios, pero me lo impide; aunque sus ojos siguen impasibles, contemplando mi rostro. Hago una mueca, estiro mi labio inferior, y la miro como un cachorro. Ella ríe con ganas, y nuestras narices chocan.
-¿Van a subir o no?- pregunta alguien tras de mí. Doy vuelta, Demi y yo miramos curiosos. Ya estábamos al principio de la, antiguamente, eterna fila de espera.
El hombre nos abre la puerta del compartimiento, tomo la mano de Demetria, y la ayudo a subir primero. Luego, es mi turno, y el trabajador asegura la entrada justo después de mi subida. Ubicamos el oso de peluche al lado de Demi, ella se sienta junto a mí. La rueda de a poco empieza a avanzar para poder subir más pasajeros.
Por fin comienza a dar vueltas, a una velocidad justa. Jugamos y reímos por buen rato. Cuando nos calmamos, cruza sus piernas y apoya su cabeza en mi hombro, lentamente. 
Los rojos restos del atardecer van desapareciendo, para dar lugar a miles y miles de fulgorosas estrellas. La luna llena se asoma, tímida, por entre los pequeños destellos del cielo.
Llevo mi mano a mi bolsillo derecho, y puedo sentir una pequeña y suave caja.
-Demi- digo, y aclaro mi garganta.
-Joe- responde ella, con voz monótona.
Me enderezo, dándole a entender que quiero que lo haga, también. Me mira, pero yo cierro mis ojos. Precisamente, cuando estoy a punto de abrirlos, el sabor más dulce llena mis labios. Son los suyos. Apenas logro moverme, le sigo sus cariños y así los termino gentilmente. Volvemos a la misma posición. Los dos, frente a frente.
Y en un perfecto segundo, los dos nos miramos profundamente, certeros en las pupilas. Y puedo ver todo, de pronto mil imágenes se me aparecen, tan rápidas como un rayo. Me lleno de vida, porque ahora sé que todo estará bien.
Porque ahora sé, que el anillo que reposa en el escondite de mi pantalón, no es para ahora, precisamente; porque ahora sé, que esto debo hacerlo frente a todos mis seres queridos, en la cena de Nochebuena. Porque ahora sé, que en la mañana de esta navidad, recibiré la mejor sorpresa que jamás me han dado, ese regalo perfecto que será la clave para el resto de mi vida. Porque tendremos que esperar nueve meses para recién poder palpar ese especial y milagroso presente; pero esa espera, será grata, será llena de felicidad, será en compañía de la mujer de mi vida, de Demetria Lovato, la chica frente a mí. Demetria Lovato, la misma adolescente que afortunadamente cayó frente a mis ojos, ése día en mi casa. Demetria Lovato, que ya no es adolescente. Demetria Lovato, la actual mujer, la ideal para mí, la que mi corazón estaba esperando, para entregarle todo.
Porque ahora sé, ahora puedo ver, en sus ojos, todo lo que me depara el destino. Puedo ver nuestra casa, y a Danny siendo nuestro primer hijo. El mismo que se convertirá en hermano mayor de James y  Sophia. Puedo ver a la mujer que amo, caminando hacia mí, vestida de un blanco cegador.
Puedo ver todo, puedo ver mi destino, y de pronto, ya no veo nada. Porque tendré que descubrirlo yo mismo, pero lo que vi, aunque no lo recuerde, me da la pista para seguir, para confiar en que seguir con este amor, para entregarle mi alma y cuerpo al bello rostro que aún me observa, con brillo en los ojos. Porque la amo, y la amo tanto que a veces no sé cómo sentirme.
Ella también lo vio, vio todo a través de mí. Porque ahora somos uno, ahora comprendemos que haber llegado hasta aquí sin obstáculos, no lo hubiese hecho tan importante.
Nos abrazamos, porque los besos no sirven, nos abrazamos hasta que nos duele el pecho, porque ahora podemos entender que somos hecho el uno para el otro, y no hay otra verdad.





sábado, 3 de diciembre de 2011

Young Love Murderer VI (penúltimo).

Me sorprendía lo cautivante y seductora que podía llegar a ser. Y me encantaba el hecho de que, a pesar de todo el tiempo que había pasado, y todo el daño que le había causado, ella seguía amándome, seguía entregándome la misma pasión y dulzura que me entregó en ese primer beso. 
Pero, algo sí tenía que cambiar, supongo que estar separados por tantos meses, hizo que nuestro reencuentro sea mucho más fogoso, ambos estábamos ansiosos por tenernos de nuevo; de una manera diferente, si es que era posible.
Sacó mi chaqueta, y desde tras de mí, empezó a acariciar mi pecho, desde mi cuello, pasando por todo mi torso, y hasta el cierre de mi pantalón. Despertaba absolutamente cada partícula de mi cuerpo. Me di vuelta para poder mirarla mejor, la tomé de sus mejillas, y la besé como nunca hice antes, como nunca antes lo deseé. Puso sus manos en mis pectorales y costillas, yo bajé las mías hasta sus caderas, dio un pequeño tropezón cuando la jalé hacia mí, tal vez fui demasiado torpe.
Pero al parecer, el haber tropezado no le afectó en lo absoluto, por el contrario, sucumbía a mis caricias con más ganas que antes. Sus dedos correteaban por toda la tela que cubría mi estómago, hasta que su mano se coló por debajo. Me separé, sólo lo necesario, y le sonreí.
-¿Andas traviesa? Qué tal si jugamos un poco- pregunté, Demi se colgó de mi cuello para besarme una vez más -lo tomaré como un sí- seguí el trazado de sus labios para poder responderle a los besos que me entregaba sin cesar. Me agaché, con mis manos la tomé de los muslos, y ella enredó sus piernas alrededor de mí, formando una especie de llave, caminé cargándola hasta un pulcro escritorio que apenas tenía una lámpara y unos cuántos folletos de restaurantes y paseos turísticos. La senté sobre la barnizada madera, y comencé a besarla y tocarla otra vez. Tomé el comienzo de su blusa, intentando sacársela, pero ella fue mucho más rápida y en un instante, era yo el que estaba sin polera.
Apoyó sus codos en el escritorio, me observó detenidamente con sus pupilas dilatadas, y mordiéndose el labio inferior. Me incliné sobre ella, pero mi boca, en vez de ir a la suya, fue hacia su cuello. Entre pequeños besos, pasé mi lengua tímidamente por su piel, y ella arqueaba su espalda, y daba gemidos casi imperceptibles; pero yo estaba decidido a hacer que éstos aumentaran en su intensidad.
En un fugaz movimiento se deshizo de sus tacones, y yo de mis zapatos en conjunto con mis calcetines. Desabotoné su blusa con sutil delicadeza, aguantándome todos los deseos de arrancarle la ropa como salvaje y dejársela echa jirones. Sus bien formados pechos eran sujetados por un suave brasier de encaje. Yo ya estaba completamente excitado, y suponía que ella también.
Su dorada piel me atraía, con ese magnetismo que ya teníamos entre los dos. Llevé mis manos a su espalda y desabroché su diminuta prenda, la admiré mejor y con mi boca toqué sus rosados pezones. Demi dio un fuerte gemido justo en mi oído, lo que me hizo desearla todavía más. Busqué sus ojos, que también me miraban, y sus dedos en mi cabello me empujaron de nuevo a sus pechos. Iba dando besos que crecían conforme a la forma en que ella se quejaba. Sorpresivamente, me lanzó hacia atrás y ella se puso de pie, pero nunca dejó de besarme. Y así fuimos, acelerados, hacia la acolchada cama que nos incitaba a continuar esto de una forma más cómoda.
Se arrojó sobre la lujosa colcha blanca, extendiendo su cuerpo en todo su esplendor, repasaba los contornos de su curvilínea silueta con sus manos, y mojaba sus labios con su lengua. Se hincó, me hizo señas para que me acerque, ya que me había quedado como momia observándola, frente a ella.
Me hinqué, justo delante de Demi, y besé la comisura de sus labios. Me abrazó, y caí sobre los almohadones, sobre mí, daba pequeños saltos sobre mi abultado pantalón. Mordí mi labio inferior fuertemente, mientras nos seducíamos con la mirada. Deslizó su cuerpo hacia abajo, tan sigilosa como un suspiro. 
Me acariciaba por sobre el género de mis pantalones, causándome una sensación inexplicable, estaba en otro mundo, pero junto a ella; éso era lo único que me importaba. Bajó el cierre, y sacó mi prenda, dejándome sólamente en bóxers, que era como estar sin nada porque mi erección era enorme, y hasta un ciego se daba cuenta. Y, por segunda vez, me acariciaba dejándome loco de remate. Mi miembro estaba duro y a ella le gustaba sentirlo, aunque sea por encima de mi ropa interior. A sus manos se unió también su boca; su tibio aliento me producía quejidos y un placer que estaba fuera de proporciones, la agarré de su suave cabello, impidiéndole separarse de mí.
Pero, de todos modos lo hizo, y se deslizó de vuelta por el mismo camino de antes. Su rostro llegó a la misma altura que el mío, la abracé fuerte y pude sentir sus excitados pechos sobre mi piel. Nos besamos apasionadamente, y mientras tanto, la tomé frágil de las costillas para voltearla y quedar yo sobre ella.
-Joe- dijo con sus labios rozando los míos, los que llevé en dirección a su cuello. Demi respiraba agitada cuando yo daba pequeños mordiscones en su cuerpo. Me deshice de sus shorts en un dos por tres.
-Ahora estamos en igualdad de condiciones- dije, mirándola de forma traviesa. Ella sonrió haciendo un gran esfuerzo para no soltar un grito cuando empecé a acariciarla por entre sus piernas. Colé mis dedos por debajo de su ropa interior, tocándola en su forma más esplendorosa. Sus líquidos llenaban mis dedos, sus ahogados gritos deleitaban mis oídos. Vamos, la haría disfrutar un poco más. Los movimientos de mis manos fueron acelerándose, mis dedos penetraban en ella una y otra vez. Sus caderas subían y bajaban por sí solas, yo podía controlarla ahora, si es que así lo quería.
Precipitadamente, arranqué su pantaleta y, en vez de seguir con mis dedos, reemplacé éstos por mi boca. Mis dientes y lengua se esmeraban por brindarle todo lo que ella pedía a través de sus movimientos. Me distancié para poder ir en busca de su bello rostro otra vez, dio un pequeño quejido en forma de reclamo, le sonreí y la besé, haciendo que ella también sintiera su propio sabor.
-Hazlo- me dijo, decidida como nunca.
-¿Estás segura?- le pregunté.
-Sí, hazlo, por favor- su voz era desigual, pero con un tono tan sensual que la hacía algo irreconocible. Bajé mis bóxers y tomé mi miembro en una de mis manos, ella se acomodó sobre la cama, abriendo un poco sus piernas. Me acerqué, algo nervioso por lo que se venía. Había cometido el error de haber tenido sexo antes, pero ésto no era sexo. Estaba nervioso por lo próximo que estaba al hacer el amor con la mujer que se robaba mis sueños.
Apenas penetré en su cuerpo, ambos dimos expresiones de placer. Fui lo más cuidadoso que pude para que ella no sintiese dolor alguno. Al fin nos habíamos hecho uno, física y emocionalmente. Habíamos encontrado una nueva forma de amarnos, que iríamos descubriendo de a poco, con el paso del tiempo.  Mi pelvis iba dando fuertes movimientos, haciéndome entrar y salir de ella de forma acelerada.
Nos quedamos juntos, dando todo de nosotros al otro, por horas y horas. Nuestros gemidos y gritos alteraban la paz que transmitían los blancos muebles de la habitación. Tocamos, besamos y conocimos cada parte de nuestros cuerpos, el placer iba creciendo exageradamente, entré en su cuerpo con más fuerza de la que yo era consciente, Demi gritaba de goce. Al final, la excitación se hizo mayor de lo que mi cuerpo podía soportar, y eyaculé en su interior, con un orgasmo soñado. Mis tibios líquidos la llenaron por completo, causándole un enorme orgasmo a ella también. Nuestros quejidos alcanzaron su punto máximo, y luego fueron descendiendo de a poco.
Mi cuerpo entero sudaba, y aunque ella igual lo hacía, se le veía mucho más delicado. Nos dedicamos nuevas sonrisas y quedamos ambos recostados sobre las sábanas. Me quedé viéndola, con su cabeza algo ladeada, sus ojos cerrados y la sombra de una sonrisa; parecía un ángel, y por fin, logré convencerme de que ella era la ideal para mí, ella era mi mujer, yo era su hombre; eso y nada más. La amaba con locura, la amaba sin fronteras.
Abrió sus párpados lentamente cuando acaricié su perfecto rostro, me dejó mirar esos hermosos y brillantes ojos de un mágico color café.
-Te amo- susurré. Y lo hice porque quería que sólo ella pudiese escucharlo, porque era un te amo con otro significado, porque era un te amo que tenía escondido un "quiero estar contigo el resto de mi vida".
Demi sonrió, el tono rosado de sus mejillas la hacían lucir inocente, como una muñeca de porcelana. Se movió, quedando pegada a mi piel, por una vez más.
-Te amo- me respondió -te amo y te amaré, pase lo que pase- continuó. Me hizo tan feliz como sólo ella sabía hacerlo. Ahora comenzaba una nueva etapa en nuestras vidas, me prometí a mí mismo no volver a cometer otro estúpido error que nos afecte. No lo haré, lo juro por todo lo existente, lo juro por nuestro amor; estoy dispuesto a jurarlo por algo tan único y frágil como nuestro amor.



martes, 29 de noviembre de 2011

Young Love Murderer V

Estábamos fuera de un gran y antiguo edificio, los dos mirando hacia arriba, en alguna de esas ventanas debía de vivir su hermana. Yo tenía que hablar con Travis; y Joseph se quedaría afuera, porque ellos ya habían hablado antes, faltaba yo.
-Ve- me susurró, apretando mi mano un poco más para después soltarla. Genial, acaba de asegurarme de que él se quedaría aquí, y yo tendría que subir sola.
Pregunté en recepción dónde podía encontrarlos, y, afortunadamente, su departamento estaba apenas en el segundo piso. Subí las breves escaleras y al llegar al último peldaño, me di cuenta de que en ese piso había sólo una puerta con número, supuse que ahí debía estar, y toqué el timbre. Luego de unos segundos, abrieron.
Justamente era Travis, quién lucía una enorme sonrisa, y traía un bebé en su brazo izquierdo, el cual reía.
-Demi- mencionó, apenas me vio, y su sonrisa iba decayendo.
-Hey- le dije -¿podemos hablar, por favor?-
Cuando me hizo pasar, fuimos a sentarnos a un cómodo sillón, que encajaba perfecto con la decoración del lugar, era una especie de penthouse, un poco más pequeño, pero sin dejar de ser enorme, una escalinata en forma de espiral me indicaba que  el hogar seguía un piso más arriba. Miré al bebé, y me sonreía.
-Es mi sobrino- me dijo Travis.
-Se parece a ti- sonreí.
-Esa es la idea- y rió mientras el pequeño estiraba los brazos hacia él. Nos quedamos unos cuantos minutos mirando cómo el bebé intentaba caminar por sí solo, pero apenas daba dos pasos, y se caía; no debía de tener más de un año y un par de meses.
-Travis, lo siento mucho- dije, como si ya no pudiera sostener esas palabras dentro de mi cabeza, necesitaba sacarlas de alguna forma. Levantó su cabeza y me miró, sonreía, autenticamente.
-No te preocupes- me contestó -hablé con Joe y... supongo que él te merece más que yo-
-Nunca digas eso, yo soy la que pierde aquí, cualquier chica sería afortunada de ser tu novia- traté de sonreírle como él lo había hecho, pero no pude.
-¿Eso quiere decir que ya no somos novios?- soltó una carcajada nerviosa, y volvió a mirarme, busqué su mirada, intentando pedirle perdón -supongo que ambos sabemos la respuesta-.
-Travis, yo...- balbuceé -perdóname-
-¿Por qué pides perdón? No lo hagas- tomó mis manos y las cobijó, cuando dejó a su pequeño sobrino sentado y jugando en la acolchada alfombra -no debes pedir perdón por esto, es tu felicidad, de nadie más. Ya te dije que hablé con Joseph, y puedo asegurarte que él te ama más de lo que yo jamás podría; no es que no te tenga cariño, todo lo contrario, Demi, yo te adoro, pero él está enamorado de ti-
Y, como me pasaba muchas veces, no podía encontrar las palabras necesarias, mi cerebro aún procesaba cada cosa que me había dicho. Además, que alguien más me hubiese dicho el amor que Joseph sentía por mí, me llenaba el estómago de mariposas. Sin que yo lo note, ya estaba sonriendo de oreja a oreja.
-Y tú lo amas a él- me miraba, también sonriendo.
Me sorprendí de lo mucho que Travis se preocupaba por mí, y me sentí agradecida.
-Si bien ya no estamos juntos, no quiero perderte nunca- le dije, y sus ojos brillaron de alegría -eres como un hermano sobreprotector para mí, ¿prometes quedarte conmigo?- por alguna razón, también me dolía tener que decirle esto, porque sabía que debía dolerle.
Pero lo disimuló muy bien, me lo prometió, y al fin pude respirar en paz, porque ahora sí, todo estaba en orden, todo estaba como antes, sólo que, ahora tenía a otra persona especial en mi vida.
Nos despedimos con un "te quiero mucho", un fuerte abrazo y los dos con una sonrisa en el rostro. Bajé las escaleras corriendo, pero no encontré a Joseph fuera del edificio.
De pronto, lo vi saliendo de un café Starbucks. "Lo siento, tenía que ir al baño", se excusó, causándome una agradable carcajada. Nos tomamos de las manos, y empezamos a caminar. Iríamos a buscar su equipaje al hotel donde se estaba quedando hasta ahora, para cambiarse al departamento de Nicholas, que yo aún no conocía.
No debería haberme sorprendido de que Joseph se haya estado hospedando en un hotel como el Hilton. Nos acercamos al sector de recepción, y fui hasta el mesón a pedir la llave. ¿Era de nuevo mi novio?, bueno, el chico del que estaba enamorada llegó junto a mí. Mientras la recepcionista buscaba entre los cientos de manojos de llaves, él aprovechó para voltearme y hacer que lo besara, de repente sentí sus manos bajando por mi espalda y llegando hasta un poco más abajo, dando un fuerte apretón.
-¡Joseph!- lo alejé de mí, chillando.
-Lo siento- se disculpó, riéndose.
-Sí, seguro- le respondí. Ni siquiera intenté parecer enojada, porque sabía que no resultaría. Siguió riendo, y depositó un tibio beso en mi sien.
Subimos por el ascensor, hasta la suite dónde dormía. Pasamos, y, como me lo imaginé, había una exagerada cantidad de maletas.
-¿No te conformas con ser un hombre común?- le pregunté en broma; él rió tímidamente. Dejé mi bolso en la  cama y me le acerqué lentamente.
-Te amo, ¿lo sabías?- le pregunté, apegándome a su cuerpo, ubicando mis manos en sus pectorales por sobre su playera de algodón.
-Sí, pero me encanta que me lo recuerdes- me aferró con sus fuertes manos en mi cintura, y nos acercamos lentamente, nuestros labios se rozaban, pero esto era diferente. Algo me recorría el cuerpo, lo amaba, pero estaba experimentando algo que nunca sentí antes, nos demoramos algo hasta que por fin nos besamos, de una nueva manera, complementándonos mejor.
Nos besamos, pero este beso prometía mucho más. Me asusté, terminé nuestro cariñoso encuentro repentinamente y fui al baño. Al salir, Joe estaba de espaldas hacia mí, mirando por la ventana, hacia la gran ciudad que se extendía bajo nuestros pies y nuestra mirada. En menos de un segundo ya estábamos a un centímetro de distancia.
-¿No quieres aprovechar la privacidad que tenemos en esta habitación?- susurré seductivamente, en su oído. Mis manos, que se posaban en sus hombros, se deslizaron un poco más adelante, agarré la chaqueta del traje que vestía, y la fui sacando, de a poco, hasta lograrlo. Sus pantalones de tonos plateados se le ajustaban a las piernas, y su ceñida playera negra lucía su trabajado cuerpo de la mejor forma. Volteó, raudamente posicioné mi mano derecha en su barbilla, acerqué mis labios, y el contacto que éstos tuvieron con su cara sin afeitar era bastante excitante. Ambos sabíamos lo que estábamos sintiendo, ¿lo intentaríamos?. Yo sí quería, lo que más quería era hacerle el amor.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Young Love Murderer IV

Antes de reaccionar sobre lo que estaba haciendo, me sacaron de mi fantasía de repente. Nick tomaba mi brazo con fuerza, y echaba a Joe hacia atrás, lentamente; lo alejaba de mí y yo no quería.
Le dirigí mi mirar a Nicholas, pero inmediatamente me volteé hacia su hermano.
-¿Cómo entraste?- mi voz era algo que sonaba extremadamente desesperado, apenas podía respirar, y de a poco se iba formando un inmenso nudo en mi garganta.
-Vine con Travis- respondió a mi pregunta sin vacilar un solo segundo.
Mientras a mi novio se le debía estar partiendo el corazón en pedazos, yo estaba aquí, como una idiota, preocupándome sólo por Joe; ¿qué tan mal debería sentirme por eso?, ¿peor de lo que me estaba sintiendo?.
Corrí hacia la habitación principal del departamento, me lo encontré sentado en el radiante sillón blanco, con su mirada perdida por el balcón, me planté en el piso y no dejé de mirarlo hasta que él se fijó en mí.
-Demi- dijo, tratando de fingir una sonrisa. Pero inmediatamente se puso de pie, como si estuviese esperando a que yo llegara para hacer esto. Tomó una pequeña mochila negra que apoyaba en sus pies.
-No te vayas- le dije muy rápido -¿podemos hablar, por favor?-.
Su mirada cambió completamente, me observaba como exigiéndome que me detuviese. Pasó a mi lado y salió del lugar, así, como si nada.
Decidí ir tras él, de nuevo. ¿Tan drásticamente acabaría nuestra historia?.
-¡Por favor!- grité a mitad del pasillo, él ya iba cerca del ascensor.
No me hacía caso alguno, caminé, más bien troté, para poder alcanzarlo, Travis ni siquiera se daba media vuelta. Me aferré a su playera, y él detuvo sus pasos. Se volteó a verme, y de sus celestes ojos se asomaban espesas lágrimas, su cara ya no reflejaba la alegría de todos los días. Tomó mi mano con la que lo estaba atando, acarició mis dedos y los despegó de dónde estaban.
Sabía que lo mejor que podía hacer, era no hacer nada más. Se subió al elevador, las puertas se cerraron, y me di cuenta de que perdía todo lo que había sido mi vida en New York... porque, además de ir a la academia, él era todo lo que había podido conseguir, con él pasaba todo mi tiempo, con él solía ir a todas partes, una parte de mí se iba con él. Pero, más que mi novio, él fue como un mejor amigo, como un hermano , consolándome a mí, y a mi herido corazón.
Me sentía frustrada, incompetente, hipócrita, ¿así se sentía defraudar a alguien?. Empecé a llorar, pero de rabia, y ya sabía en quién descargarla. Regresé a paso rápido, dando cuánto portazo pude, hasta mi dormitorio.
-¡Todo esto es por tu culpa!- empujé a Joseph por su pecho; él me miraba incrédulo.
Se demoró unos minutos, pero al fin respondió a mis palabras.
-¿Qué?- bueno, por lo menos había respondido.
-¡Tú sabes a lo que me refiero!- estaba histérica, y él hacía que me sintiera aún más nerviosa, me estremecía todavía más, me alborotaba pensar que estábamos tan cerca pero tan lejos a la vez.
-¡No! No lo sé, Demi- exhaló aire, y se quedó con los brazos suspendidos, y sus manos por sus bolsillos.
-Por causa tuya Travis se fue, por tu culpa le hice daño, ¡es todo tu culpa!- Joe seguía con la misma cara de no comprender nada -todo por ti, por tu genial idea de haber venido de repente, después de semanas y semanas, a refregarme en la cara que, que...-
-¡Yo sólo vine a pedirte otra oportunidad!- de a pequeños pasos se iba acercando a mí.
-Creo que ya te dí una, por lo de Brenda, ¿lo recuerdas?- decidí encararlo, pero no me estaba resultando bien, no sentía que él tuviese la culpa por esto exactamente, solamente necesitaba culpar a alguien que no fuese yo misma por la partida de mi novio; o, a estas alturas... ex-novio.
-Claro que lo recuerdo, pero necesito otra, Demi, por favor...-
-Obviamente necesitas otra oportunidad, ahora que te aburriste de tener sexo con Ashley- ya ninguno gritaba, pero la conversación se tornaba cada vez más profunda.
-No, no digas eso...- sus cejas se bajaron, dejando su rostro como uno de los más inocentes, heridos, y tiernos que jamás vi -yo, Demi, yo no...-
-¿Me vas a negar que tuviste sexo con ella?- porque yo lo sabía, aunque nadie nunca me lo hubiese dicho, era una de esas verdades que tan sólo sabes, porque son tan ciertas que las ves en todas partes. Joseph selló y apretó sus labios, haciendo nada, además de confirmar lo que más me dolía -dijiste que me amabas, Joe.
Me sentí agotada, lo miré directo a los ojos, y, en un acto paralelo, nuestras miradas se humedecieron.
-Lo único que querías era sexo- y él seguía sin decir palabra alguna. El silencio concede. Estaba concediendo más de lo que deseaba. -y cuando yo no te pude satisfacer, cuando te dije que no estaba lista, me dejaste, me engañaste, te olvidaste de mí.-
Se movió más rápido de lo que pude pensar, lo que pasó después, fue que lo vi, llorando desconsoladamente, sujetaba mis dos manos en las suyas, y las apoyaba en su pecho, que se inflaba para luego volver a su posición normal, estaba muy agitado. "No", murmuró, en un sollozo apenas audible.
-Suéltame, me das asco- junto con las palabras, se escaparon también unas cuantas lágrimas, que se convirtieron en varias y muchas al paso de segundos. Intenté zafarme de sus fuertes extremidades, aunque, como era de esperarse, no me fue posible.
Soltó mis manos, pero puso las suyas en mis mejillas, que por cierto, estaban ardiendo; lo que, en conjunto con las torturadoras lágrimas, me hacían sentir miserable. Pero tan sólo el tacto, su cuidadoso tacto en mi piel, podían tranquilizarme, a pesar de todo.
-Puedes sentir cualquier cosa por mí- unió nuestras frentes y narices, como solía hacerlo, cuando mi vida estaba en el tope, cuando nada me perturbaba -pero yo te amo. Digas lo que digas, pienses lo que pienses, mi amor por ti es un hecho; es algo tan fuerte, tan fuerte, Demi, que mi estabilidad depende de ti. Todo depende de ti ahora, aunque siempre fue así. Siempre te necesité, ¿lo sabías?- su respiración impregnaba mis labios, tenía los ojos cerrados, y estaba segura de que él también, pero así, estaba todo más claro -cuando llegaste, llenaste esa parte que me faltaba. Y acepto, que soy el idiota más grande de este universo, pero soy un idiota que está perdida y locamente enamorado de ti, y así será, siempre. Y, si tú no sientes lo mismo por mí, bueno, nada cambiará mis sentimientos; porque esto es lo más fuerte que he sentido en mi corta vida.-
Entonces sucedió lo que marcaría el antes y el después.
Podía sentir cómo se acercaba, definitivamente, nada en mí quería evitarlo. Sus labios de a poco iban tocando los míos, hasta quedar unidos, perfectos, por completo. Las lágrimas eran ya un seco recuerdo en nuestros rostros, se separó de mí. "Te amo", dijo, y apenas, porque lo impulsé hacía mí, otra vez; porque lo necesitaba. Siempre fue él. Ahora, que lo tenía de nuevo, todo, mágicamente, volvía a estar en orden, todo en armonía, todo, hasta nosotros dos.
"Te amo", repetimos, ambos, reiteradamente entre los besos. Y los besos, los besos no eran tan sólo besos, eran, hasta el momento, la forma más pura y apasionante para demostrarnos todo lo que estábamos sintiendo. Lo amaba, y él a mí, y lo demás... lo demás no tenía importancia.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Young Love Murderer III

Me quedé en blanco, con mi boca entreabierta y mi rostro helado como un bloque de hielo. Travis estaba en una situación bastante parecida a la mía, dio dos pasos hacia tras y clavó su melancólica mirada en mis pupilas.
-Ehm- se aclaró la garganta de la dubitación -él... él es Joe, ¿verdad?-
Y esa pregunta me hizo sentir mucho más incómoda que antes, ¿cómo podría saber su nombre?.
-¿Cómo lo sabes?- le pregunté, necesitando obtener una respuesta.
-A veces... cuando duermes.- me contestó, y lo comprendí, y sentí lo triste que se sentía; quería correr a abrazarlo pero no era el momento, esto era mi culpa, por utilizarlo para tratar de olvidar a Joe; claramente no lo había logrado, porque pensaba en él hasta en mis sueños.
-Lo siento- dije, la pena llenaba mi cuerpo entero. Travis sólo se bajó de hombros y miró a Joseph.
-¿Puedo hablar contigo?- le preguntó. Él alzó su rostro y se acercaban de a poco.
-Travis, él no es mi novio- susurré cuando iban saliendo del departamento.
-¡Claro que sí!- vociferó Joe, deteniendo su marcha y dándose vuelta.
-¡No!- le grité de vuelta -terminamos hace medio año, ¿qué acaso no lo recuerdas?-
-Nunca terminamos oficialmente, Demi.-
-¿Y creías que seguiríamos juntos después de que me dejaste partir en ese taxi? Y ahora, ¿tanto te demoraste en venir por mí? ¿seis meses, Joseph?- le dije, estaba furiosa, estaba triste y aún no podía dejar de  sentir el deseo de arrojarme en sus brazos y poder tocar, otra vez, nuestros labios.
-Lo intenté tantas veces, pero... por eso vine, ahora. Necesito explicarte todo, déjame hacerlo, por favor- juré que un poco más y se ponía de rodillas. Quería escucharlo, pero tenía que esperar.
Me arroje en el sillón, y evité su mirada, dando la conversación por terminada, luego él y Travis salieron, dejándome sola con esta extraña soledad y con el aire atascado en mi garganta, sin poder inhalar o exhalar, pero me daba lo mismo, mi mente estaba demasiado revuelta y mi corazón muy confundido como para pensar sobre mi respiración irregular.
El ambiente se tornaba más pesado y más torturador a cada segundo que pasaba, decidí ponerme unos shorts y unas zapatillas comunes y corrientes, pero, para mí sorpresa, se veían bien con la sudadera de Travis que ya traía puesta. Me até el cabello en una trenza, tomé mis llaves, mis anteojos de sol y una botella de agua para salir a caminar, a ver si encontraba una solución a todo esto que estaba pasando.
Caminé y caminé por muchas calles, ya estaba por el centro de la ciudad cuando encontré un pequeño parque que serviría como un lugar para acostarme a ver las nubes pasar. Me senté en la grama que crecía en total armonía con su alrededor. Una mariposa revoloteaba a mi lado, y envidié su libertad. Se fue volando y la seguí con la mirada, hasta que se perdió de vista, cuando pasó justo detrás de una pareja que se abrazaba calidamente.
Vi al muchacho y su cabello rizado me causó impresión, se parecía bastante al de él. Tenía una camisa a cuadros parecida, y el bolso, y... lo estaba mirando demasiado. Pero de pronto él también me miraba. Y sí era él, pero ella, ella no era Miley. Sus pequeños ojos cafés se escandalizaron cuando toparon con los míos. De un salto ya estaba parada y haciendo mi camino hacia él. Nick se puso de pie, también, y la rubia chica se quedó sentada sin saber qué estaba pasando. Quedamos a menos de cincuenta centímetros el uno del otro, la palma de mi mano fue directamente a su mejilla, sonando tan fuerte que logró asustarme.
Él tardó en reaccionar, pero cuando consiguió hacerlo, sólo asintió con la cabeza y tomó mi muñeca derecha.
-Prometo explicarte todo esto-
Y ya eran dos personas las que me debían explicaciones, casualidades que se daban en la familia de apellido Jonas.

Esa misma noche, yo y Nick nos sentábamos en mi cama. Primero me abrazó y me dijo lo mucho que me extrañaba. Todavía no tenía ni rastro de Travis, pero lo más probable es que haya ido a casa de su hermana. Mis intenciones no eran molestarlo, lo llamaría en un rato más.
-Bueno, yo vine a algo...- empezó, pero, por alguna razón, quise posponer el momento.
-No, antes, quiero hablarte de Joe.- dije, y mis mejillas ardieron y se ruborizaron como me pasaba cuando tenía diez años.
-¿De Joe?- me respondió él, bastante confundido -¿por qué? ¿qué pasó con Joe?-
Tragué, intenté tranquilizarme un poco para poder decir las cosas bien. Le relaté todo lo ocurrido desde hace un día, era tan poco el tiempo en que lo había vuelto a ver, pero me resultaba tan gratificante tenerlo cerca que mi mente trataba de pensar que nunca se había alejado de mí.
-Wow- dijo cuando finalicé.
-¿"Wow"? ¿es todo lo que dirás?- él me miraba con una media sonrisa formada en su rostro.
-¿Y cuánto tiempo vas a esperar para dejar de torturarlo?- me preguntó con el mismo gesto, y la misma expresión en sus ojos.
-¿A qué te refieres?- Nick siempre conseguía alterarme de algún modo.
-Él te ama, tú lo amas, es lógico, ¿no?- alzó una ceja y movió alternadamente sus manos.
-Él... Nicholas, él no me ama, nunca me amó- y de nuevo sentí mil espinas clavando mi pecho.
Espinas que se convirtieron en mariposas al ver a Joseph apoyado en el umbral de la puerta de mi habitación, con su mirada puesta sólo en mí, arrastraba sus pies.
-Por supuesto que te amé, y te amo, te amo más que a mí mismo, te amo con todas las fuerzas con que se puede amar a una persona, te amo porque sí, te amo porque necesito amarte, porque te necesito, y no quiero perderte-
Estiró una mano, la ofrecía hacia mí. Sin pensarlo la tomé, me ayudó a ponerme de pie, y como antes, me perdí en sus ojos que me elevaban a metros sobre el suelo.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Young Love Murderer II

El suave y esponjoso algodón de las sábanas acariciaba la desnuda piel de mis piernas, Travis estaba sobre mí dando pequeños besos en la comisura de mis labios. Mi cuerpo ansiaba el calor del suyo, lo abracé, aferrándome a su tibia piel que estaba cubierta sólo por su ropa interior.
-¿Te sientes mejor, amor?- me preguntó sonriendo de forma adorable.
Asentí para luego besarlo inmediatamente. Hace algunas horas él entró al camarín sólo unos minutos después de mí, me encontró llorando, echa un ovillo en el piso de madera que estaba cubierto de polvo, y congestionaba aún más mi nariz. Me vi forzada a mentirle respecto a mis lágrimas, "extraño a mi familia", dije. Bueno, éso no era mentira...
-Sí- le respondí, totalmente inexpresiva.
-Vamos, regálame una sonrisa-
Le sonreí, "amo tu cuando sonríes", dijo justo antes de besarme otra vez.
Se vistió después de ofrecerse a ir a comprar la comida para hacer un almuerzo. Yo me quedé recostada en la cama viendo televisión. Al cabo de unos cinco minutos tocaron el timbre, miré a mi lado y vi el teléfono celular de mi novio en el velador, "es tan olvidadizo", pensé, lo agarré y sin pensarlo fui a abrir la puerta.
El problema fue que no era mi novio. Apenas abrí la puerta y lo vi parado ahí, deseé haberme quedado acostada por siempre.
Mi pecho se apretó, apenas podía respirar, ¿por qué me seguía causando esto?.
-¿Puedo pasar?- dijo después de notar que yo no hacía nada. Asentí como por reflejo y le abrí camino hacia los sillones de la pequeña sala de mi departamento.
Cerré la puerta tras de mí, él me miró de pies a cabeza, "deberías ponerte...", dijo.
-Sí, lo sé- ya me había dado cuenta de que estaba todavía en mi ropa interior solamente. De algún modo, me dolía que él ya no pudiera verme así. Tomé una sudadera de Travis y me la puse torpemente.
Joe se acercó a mí, trató de tomarme por los brazos pero lo rechacé por completo.
-¿Podemos hablar?- me preguntó, sacudiendo sus manos a los costados de su cuerpo, como necesitando hacer algo.
-Estamos hablando, ¿no?- le respondí, me costaba ser tan fría con él. Deseé poder estar acurrucada en sus brazos, como en los viejos tiempos, era algo imperativo, mi corazón me lo exigía. Pero yo sabía que no podía, o mi orgullo me lo impedía.
-Me refiero a tener una conversación como personas civilizadas, Demi.- me dirigió una mirada de frustración, con la frase atascada en su boca por un tipo de desesperación.
-¿No querrás decir "personas maduras"? Porque si fuera por eso, te quedaría más fácil ir a hablar con Ashley, ¿no?- le reclamé, arrojando cada palabra con más desprecio del necesario.
Se tapó la cara con sus manos y dijo algo que no logré entender. Acto seguido, me miró directo a los ojos y en menos de un segundo sus brazos rodeaban mi cuerpo, me sujetó fuerte, pude sentirlo otra vez. Pude sentir su corazón latiendo con fuerza, el calor que emanaba, y el sentimiento que me transmitía. Con mis dedos me aferré a su polera, rasguñando su piel debajo de ésta.
-Tú también me extrañas- susurró y apoyó su mejilla en mi cabeza. Sí, él no tenía idea de todo lo que lo extrañé en este tiempo; ni siquiera yo me había dado cuenta, hasta ahora.
Levanté mi rostro y toqué con mi nariz su cuello, e inmediatamente un billón de mariposas revolotearon en mi estómago. Apreté fuerte mis párpados, mi corazón me pedía llorar, pero yo no quería.
-Ya me diste una segunda oportunidad, pero lo que de verdad necesito es una tercera...- sollozó, soltándome y tomando ahora mis manos. Lo observé hasta el momento en que advertí lo cerca que estábamos el uno del otro, como antes. Tal vez hayamos cambiado personalmente, pero entre los dos, nunca consiguió romperse ese lazo que nos unía, ése lazo que era mucho más importante que cualquier cosa.
Negué rápido con la cabeza, Joe se me quedó mirando sorprendido.
-¿Ya no sientes nada por mí?- su voz sonaba dolida, sus ojos lo reflejaban, también.
-Siento todo lo de antes y mucho más- le dije, sin pelos en la lengua, era hora de ser sincera con él, pero sobre todo, conmigo misma, este auto-engaño no daba para más -no sabes cómo deseo estar contigo cada noche cuando me acuesto, no sabes cómo extraño tu barba raspando mi rostro; no tienes idea de cómo extraño los besos que me dabas...- tomé una gran bocanada de aire para luego exhalar todo -extraño que me digas cuánto me necesitas.-
-Entonces, Demi, ¿por qué no puedes darme otra oportunidad?- me suplicó, hablando más fuerte que antes -yo aún te amo, cada día te amo y te extraño más y sinceramente no puedo seguir viviendo así...-
-No es tan fácil, me hiciste mucho daño, Joseph-
Él miraba por encima de mi hombro, sentí el ruido de la puerta atascándose contra el marco, Travis entraba con una sonrisa en el rostro, con la respiración agitada, fue hacia mí y besó mis labios con fuerza.
-Se me olvidó mi celular- rió. Él siempre estaba riendo o haciendo bromas, quizá fuera por eso que nos llevábamos tan bien. Pero la verdad era sólo eso, yo lo quería más como un amigo que como un amante.
-Hola, ¿quién eres?- dijo dirigiéndose a Joe con inocencia y con la misma alegría que traía desde que entró al departamento. Miré a Joseph y vi como secaba rápidamente una lágrima solitaria que iba cayendo por su mandíbula.
-Soy su novio- respondió Joe... y fue el momento más incómodo del mundo.

sábado, 29 de octubre de 2011

Young Love Murderer I

La luz proveniente del gran foco caía sobre mí, y se apagaba de repente. Los acordes terminaban y una sonrisa nacía en mi rostro. Aplausos ensordecedores producían una energía que se extendía por todo mi cuerpo. De a poco el telón se fue cerrando hasta que nadie pudo verme. Corrí a la parte posterior del escenario donde me esperaba él. Lo abracé, me levantó con facilidad, "felicitaciones" dijo, y me besó.


Juilliard fue mi sueño desde que tengo uso de razón. Y ahora, estaba por fin acá, haciendo realidad mis ilusiones. Hace seis meses llegué a New York City, sólo para esto. Me aceptaron en la academia a mitad de año... cursaba las clases de Música, teatro y danza. Tuve el placer y la suerte de que me eligieran para el acto final del show de fin de año.
Mi novio actual era Travis Clark, un pelirrojo proveniente de Florida. Nos conocimos en mi primer día en la academia, fuimos amigos por cuatro meses, y hace dos meses atrás decidimos dar el siguiente paso, todo iba de maravillas.
Todos mis amigos se acercaron a abrazarme y darme sus buenas opiniones sobre mi presentación. No pude hacer más que agradecerles. En el tiempo que había estado en ese lugar, me había sentido mucho mejor. Todos eran agradables conmigo, por las tardes nos juntábamos algunos sólo a cantar, aquí cada uno de nosotros compartíamos la misma pasión, a veces había competencia, pero, en general, todos nos dedicábamos a disfrutar juntos. Aunque, a pesar de todo lo bien que había ido mi vida en esta ciudad, aún tenía cicatrices abiertas, y el hecho de que tuviera novio, no significaba que mi corazón no estuviese aún roto.
Conversaba con mis compañeros, mientras Travis me abrazaba por la espalda y su aliento producía cosquillas en mi oreja. Los padres iban llegando de a poco a felicitar a sus hijos, los hermanos menores observaban a los mayores con ojos soñadores, anhelando ser como ellos.
Nadie llegaría a verme.
Me di vuelta y busqué la mirada de mi novio. Sus parientes lo esperaban a un costado, debía despedirme. Lo besé ansiosa y él me sonrió, prometió llamarme luego y se dirigió hacia las cinco personas que deseaban felicitarlo y decirle lo orgullosos que estaban de él.
Observé la tierna escena, riéndome de mí misma al saber que yo no tendría eso nunca más. Ahora estaba sola. Quise salir del edificio. Di un giro en mis pies, y caminé observando mis zapatos. Pero llegado un momento, unas zapatillas se cruzaron en mi trayecto. Esperé lo suficiente como para que se movieran, y así yo podría seguir caminando, pero no ocurrió.
Alcé mi vista. Refregué mis ojos esperando a que no fuera verdad. Me alejé instintivamente y en su mirada apareció un brillo de tristeza. No quería verlo, pero en ese instante todo lo demás desapareció.
Sonrió ladeando sus atractivos labios que aún no podía borrar de mi mente, no era tan lindo antes.
Abrí mi boca para decir algo, al notar que ningún sonido era capaz de salir, la cerré.
-Lo hiciste excelente- dijo como si nada hubiese ocurrido entre nosotros, sacó una de sus manos de detrás de su espalda y me ofreció un pequeño pero hermoso ramo de flores -felicitaciones- siguió, como si nada.
Me sorprendió con un repentino abrazo, pero apenas su piel tocó la mía, lo alejé.
-¿Qué sucede?- preguntó con aire inocente.
-¿Que qué sucede?- protesté; ¿cómo se atrevía a llegar sin previo aviso, y actuar como si aún le importara?.
El hecho de haberme dejado sin aire al verlo... ¿no era suficiente?, ¿no se daba cuenta de lo que me causaba?, ¿no recordaba lo perdidamente enamorada que estoy o estaba de él?, por supuesto que lo recuerda, se lo dije y demostré más veces de las necesarias.
No podía creer que mi cuerpo aún se estremeciera de esa forma. Esto no podía seguir así... yo debía olvidarlo de una vez por todas, debía dejarle claro que no quería verlo nunca más; debía decirle que ya no lo necesitaba... aunque me estuviese engañando a mí misma.
-Vete- refunfuñé entre dientes, con mi mirada perdida en su pecho. Me volteé, lo escuché devolverme las palabras pero ya estaba muy lejos como para escucharlo. Sentí un dolor atravesándome el pecho, pero debía mantenerme fuerte. Arrojé las flores lo más lejos posible, corrí hacia los camarines y ya no resistí más.