sábado, 3 de diciembre de 2011

Young Love Murderer VI (penúltimo).

Me sorprendía lo cautivante y seductora que podía llegar a ser. Y me encantaba el hecho de que, a pesar de todo el tiempo que había pasado, y todo el daño que le había causado, ella seguía amándome, seguía entregándome la misma pasión y dulzura que me entregó en ese primer beso. 
Pero, algo sí tenía que cambiar, supongo que estar separados por tantos meses, hizo que nuestro reencuentro sea mucho más fogoso, ambos estábamos ansiosos por tenernos de nuevo; de una manera diferente, si es que era posible.
Sacó mi chaqueta, y desde tras de mí, empezó a acariciar mi pecho, desde mi cuello, pasando por todo mi torso, y hasta el cierre de mi pantalón. Despertaba absolutamente cada partícula de mi cuerpo. Me di vuelta para poder mirarla mejor, la tomé de sus mejillas, y la besé como nunca hice antes, como nunca antes lo deseé. Puso sus manos en mis pectorales y costillas, yo bajé las mías hasta sus caderas, dio un pequeño tropezón cuando la jalé hacia mí, tal vez fui demasiado torpe.
Pero al parecer, el haber tropezado no le afectó en lo absoluto, por el contrario, sucumbía a mis caricias con más ganas que antes. Sus dedos correteaban por toda la tela que cubría mi estómago, hasta que su mano se coló por debajo. Me separé, sólo lo necesario, y le sonreí.
-¿Andas traviesa? Qué tal si jugamos un poco- pregunté, Demi se colgó de mi cuello para besarme una vez más -lo tomaré como un sí- seguí el trazado de sus labios para poder responderle a los besos que me entregaba sin cesar. Me agaché, con mis manos la tomé de los muslos, y ella enredó sus piernas alrededor de mí, formando una especie de llave, caminé cargándola hasta un pulcro escritorio que apenas tenía una lámpara y unos cuántos folletos de restaurantes y paseos turísticos. La senté sobre la barnizada madera, y comencé a besarla y tocarla otra vez. Tomé el comienzo de su blusa, intentando sacársela, pero ella fue mucho más rápida y en un instante, era yo el que estaba sin polera.
Apoyó sus codos en el escritorio, me observó detenidamente con sus pupilas dilatadas, y mordiéndose el labio inferior. Me incliné sobre ella, pero mi boca, en vez de ir a la suya, fue hacia su cuello. Entre pequeños besos, pasé mi lengua tímidamente por su piel, y ella arqueaba su espalda, y daba gemidos casi imperceptibles; pero yo estaba decidido a hacer que éstos aumentaran en su intensidad.
En un fugaz movimiento se deshizo de sus tacones, y yo de mis zapatos en conjunto con mis calcetines. Desabotoné su blusa con sutil delicadeza, aguantándome todos los deseos de arrancarle la ropa como salvaje y dejársela echa jirones. Sus bien formados pechos eran sujetados por un suave brasier de encaje. Yo ya estaba completamente excitado, y suponía que ella también.
Su dorada piel me atraía, con ese magnetismo que ya teníamos entre los dos. Llevé mis manos a su espalda y desabroché su diminuta prenda, la admiré mejor y con mi boca toqué sus rosados pezones. Demi dio un fuerte gemido justo en mi oído, lo que me hizo desearla todavía más. Busqué sus ojos, que también me miraban, y sus dedos en mi cabello me empujaron de nuevo a sus pechos. Iba dando besos que crecían conforme a la forma en que ella se quejaba. Sorpresivamente, me lanzó hacia atrás y ella se puso de pie, pero nunca dejó de besarme. Y así fuimos, acelerados, hacia la acolchada cama que nos incitaba a continuar esto de una forma más cómoda.
Se arrojó sobre la lujosa colcha blanca, extendiendo su cuerpo en todo su esplendor, repasaba los contornos de su curvilínea silueta con sus manos, y mojaba sus labios con su lengua. Se hincó, me hizo señas para que me acerque, ya que me había quedado como momia observándola, frente a ella.
Me hinqué, justo delante de Demi, y besé la comisura de sus labios. Me abrazó, y caí sobre los almohadones, sobre mí, daba pequeños saltos sobre mi abultado pantalón. Mordí mi labio inferior fuertemente, mientras nos seducíamos con la mirada. Deslizó su cuerpo hacia abajo, tan sigilosa como un suspiro. 
Me acariciaba por sobre el género de mis pantalones, causándome una sensación inexplicable, estaba en otro mundo, pero junto a ella; éso era lo único que me importaba. Bajó el cierre, y sacó mi prenda, dejándome sólamente en bóxers, que era como estar sin nada porque mi erección era enorme, y hasta un ciego se daba cuenta. Y, por segunda vez, me acariciaba dejándome loco de remate. Mi miembro estaba duro y a ella le gustaba sentirlo, aunque sea por encima de mi ropa interior. A sus manos se unió también su boca; su tibio aliento me producía quejidos y un placer que estaba fuera de proporciones, la agarré de su suave cabello, impidiéndole separarse de mí.
Pero, de todos modos lo hizo, y se deslizó de vuelta por el mismo camino de antes. Su rostro llegó a la misma altura que el mío, la abracé fuerte y pude sentir sus excitados pechos sobre mi piel. Nos besamos apasionadamente, y mientras tanto, la tomé frágil de las costillas para voltearla y quedar yo sobre ella.
-Joe- dijo con sus labios rozando los míos, los que llevé en dirección a su cuello. Demi respiraba agitada cuando yo daba pequeños mordiscones en su cuerpo. Me deshice de sus shorts en un dos por tres.
-Ahora estamos en igualdad de condiciones- dije, mirándola de forma traviesa. Ella sonrió haciendo un gran esfuerzo para no soltar un grito cuando empecé a acariciarla por entre sus piernas. Colé mis dedos por debajo de su ropa interior, tocándola en su forma más esplendorosa. Sus líquidos llenaban mis dedos, sus ahogados gritos deleitaban mis oídos. Vamos, la haría disfrutar un poco más. Los movimientos de mis manos fueron acelerándose, mis dedos penetraban en ella una y otra vez. Sus caderas subían y bajaban por sí solas, yo podía controlarla ahora, si es que así lo quería.
Precipitadamente, arranqué su pantaleta y, en vez de seguir con mis dedos, reemplacé éstos por mi boca. Mis dientes y lengua se esmeraban por brindarle todo lo que ella pedía a través de sus movimientos. Me distancié para poder ir en busca de su bello rostro otra vez, dio un pequeño quejido en forma de reclamo, le sonreí y la besé, haciendo que ella también sintiera su propio sabor.
-Hazlo- me dijo, decidida como nunca.
-¿Estás segura?- le pregunté.
-Sí, hazlo, por favor- su voz era desigual, pero con un tono tan sensual que la hacía algo irreconocible. Bajé mis bóxers y tomé mi miembro en una de mis manos, ella se acomodó sobre la cama, abriendo un poco sus piernas. Me acerqué, algo nervioso por lo que se venía. Había cometido el error de haber tenido sexo antes, pero ésto no era sexo. Estaba nervioso por lo próximo que estaba al hacer el amor con la mujer que se robaba mis sueños.
Apenas penetré en su cuerpo, ambos dimos expresiones de placer. Fui lo más cuidadoso que pude para que ella no sintiese dolor alguno. Al fin nos habíamos hecho uno, física y emocionalmente. Habíamos encontrado una nueva forma de amarnos, que iríamos descubriendo de a poco, con el paso del tiempo.  Mi pelvis iba dando fuertes movimientos, haciéndome entrar y salir de ella de forma acelerada.
Nos quedamos juntos, dando todo de nosotros al otro, por horas y horas. Nuestros gemidos y gritos alteraban la paz que transmitían los blancos muebles de la habitación. Tocamos, besamos y conocimos cada parte de nuestros cuerpos, el placer iba creciendo exageradamente, entré en su cuerpo con más fuerza de la que yo era consciente, Demi gritaba de goce. Al final, la excitación se hizo mayor de lo que mi cuerpo podía soportar, y eyaculé en su interior, con un orgasmo soñado. Mis tibios líquidos la llenaron por completo, causándole un enorme orgasmo a ella también. Nuestros quejidos alcanzaron su punto máximo, y luego fueron descendiendo de a poco.
Mi cuerpo entero sudaba, y aunque ella igual lo hacía, se le veía mucho más delicado. Nos dedicamos nuevas sonrisas y quedamos ambos recostados sobre las sábanas. Me quedé viéndola, con su cabeza algo ladeada, sus ojos cerrados y la sombra de una sonrisa; parecía un ángel, y por fin, logré convencerme de que ella era la ideal para mí, ella era mi mujer, yo era su hombre; eso y nada más. La amaba con locura, la amaba sin fronteras.
Abrió sus párpados lentamente cuando acaricié su perfecto rostro, me dejó mirar esos hermosos y brillantes ojos de un mágico color café.
-Te amo- susurré. Y lo hice porque quería que sólo ella pudiese escucharlo, porque era un te amo con otro significado, porque era un te amo que tenía escondido un "quiero estar contigo el resto de mi vida".
Demi sonrió, el tono rosado de sus mejillas la hacían lucir inocente, como una muñeca de porcelana. Se movió, quedando pegada a mi piel, por una vez más.
-Te amo- me respondió -te amo y te amaré, pase lo que pase- continuó. Me hizo tan feliz como sólo ella sabía hacerlo. Ahora comenzaba una nueva etapa en nuestras vidas, me prometí a mí mismo no volver a cometer otro estúpido error que nos afecte. No lo haré, lo juro por todo lo existente, lo juro por nuestro amor; estoy dispuesto a jurarlo por algo tan único y frágil como nuestro amor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario