sábado, 29 de octubre de 2011

Young Love Murderer I

La luz proveniente del gran foco caía sobre mí, y se apagaba de repente. Los acordes terminaban y una sonrisa nacía en mi rostro. Aplausos ensordecedores producían una energía que se extendía por todo mi cuerpo. De a poco el telón se fue cerrando hasta que nadie pudo verme. Corrí a la parte posterior del escenario donde me esperaba él. Lo abracé, me levantó con facilidad, "felicitaciones" dijo, y me besó.


Juilliard fue mi sueño desde que tengo uso de razón. Y ahora, estaba por fin acá, haciendo realidad mis ilusiones. Hace seis meses llegué a New York City, sólo para esto. Me aceptaron en la academia a mitad de año... cursaba las clases de Música, teatro y danza. Tuve el placer y la suerte de que me eligieran para el acto final del show de fin de año.
Mi novio actual era Travis Clark, un pelirrojo proveniente de Florida. Nos conocimos en mi primer día en la academia, fuimos amigos por cuatro meses, y hace dos meses atrás decidimos dar el siguiente paso, todo iba de maravillas.
Todos mis amigos se acercaron a abrazarme y darme sus buenas opiniones sobre mi presentación. No pude hacer más que agradecerles. En el tiempo que había estado en ese lugar, me había sentido mucho mejor. Todos eran agradables conmigo, por las tardes nos juntábamos algunos sólo a cantar, aquí cada uno de nosotros compartíamos la misma pasión, a veces había competencia, pero, en general, todos nos dedicábamos a disfrutar juntos. Aunque, a pesar de todo lo bien que había ido mi vida en esta ciudad, aún tenía cicatrices abiertas, y el hecho de que tuviera novio, no significaba que mi corazón no estuviese aún roto.
Conversaba con mis compañeros, mientras Travis me abrazaba por la espalda y su aliento producía cosquillas en mi oreja. Los padres iban llegando de a poco a felicitar a sus hijos, los hermanos menores observaban a los mayores con ojos soñadores, anhelando ser como ellos.
Nadie llegaría a verme.
Me di vuelta y busqué la mirada de mi novio. Sus parientes lo esperaban a un costado, debía despedirme. Lo besé ansiosa y él me sonrió, prometió llamarme luego y se dirigió hacia las cinco personas que deseaban felicitarlo y decirle lo orgullosos que estaban de él.
Observé la tierna escena, riéndome de mí misma al saber que yo no tendría eso nunca más. Ahora estaba sola. Quise salir del edificio. Di un giro en mis pies, y caminé observando mis zapatos. Pero llegado un momento, unas zapatillas se cruzaron en mi trayecto. Esperé lo suficiente como para que se movieran, y así yo podría seguir caminando, pero no ocurrió.
Alcé mi vista. Refregué mis ojos esperando a que no fuera verdad. Me alejé instintivamente y en su mirada apareció un brillo de tristeza. No quería verlo, pero en ese instante todo lo demás desapareció.
Sonrió ladeando sus atractivos labios que aún no podía borrar de mi mente, no era tan lindo antes.
Abrí mi boca para decir algo, al notar que ningún sonido era capaz de salir, la cerré.
-Lo hiciste excelente- dijo como si nada hubiese ocurrido entre nosotros, sacó una de sus manos de detrás de su espalda y me ofreció un pequeño pero hermoso ramo de flores -felicitaciones- siguió, como si nada.
Me sorprendió con un repentino abrazo, pero apenas su piel tocó la mía, lo alejé.
-¿Qué sucede?- preguntó con aire inocente.
-¿Que qué sucede?- protesté; ¿cómo se atrevía a llegar sin previo aviso, y actuar como si aún le importara?.
El hecho de haberme dejado sin aire al verlo... ¿no era suficiente?, ¿no se daba cuenta de lo que me causaba?, ¿no recordaba lo perdidamente enamorada que estoy o estaba de él?, por supuesto que lo recuerda, se lo dije y demostré más veces de las necesarias.
No podía creer que mi cuerpo aún se estremeciera de esa forma. Esto no podía seguir así... yo debía olvidarlo de una vez por todas, debía dejarle claro que no quería verlo nunca más; debía decirle que ya no lo necesitaba... aunque me estuviese engañando a mí misma.
-Vete- refunfuñé entre dientes, con mi mirada perdida en su pecho. Me volteé, lo escuché devolverme las palabras pero ya estaba muy lejos como para escucharlo. Sentí un dolor atravesándome el pecho, pero debía mantenerme fuerte. Arrojé las flores lo más lejos posible, corrí hacia los camarines y ya no resistí más.



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