martes, 29 de noviembre de 2011

Young Love Murderer V

Estábamos fuera de un gran y antiguo edificio, los dos mirando hacia arriba, en alguna de esas ventanas debía de vivir su hermana. Yo tenía que hablar con Travis; y Joseph se quedaría afuera, porque ellos ya habían hablado antes, faltaba yo.
-Ve- me susurró, apretando mi mano un poco más para después soltarla. Genial, acaba de asegurarme de que él se quedaría aquí, y yo tendría que subir sola.
Pregunté en recepción dónde podía encontrarlos, y, afortunadamente, su departamento estaba apenas en el segundo piso. Subí las breves escaleras y al llegar al último peldaño, me di cuenta de que en ese piso había sólo una puerta con número, supuse que ahí debía estar, y toqué el timbre. Luego de unos segundos, abrieron.
Justamente era Travis, quién lucía una enorme sonrisa, y traía un bebé en su brazo izquierdo, el cual reía.
-Demi- mencionó, apenas me vio, y su sonrisa iba decayendo.
-Hey- le dije -¿podemos hablar, por favor?-
Cuando me hizo pasar, fuimos a sentarnos a un cómodo sillón, que encajaba perfecto con la decoración del lugar, era una especie de penthouse, un poco más pequeño, pero sin dejar de ser enorme, una escalinata en forma de espiral me indicaba que  el hogar seguía un piso más arriba. Miré al bebé, y me sonreía.
-Es mi sobrino- me dijo Travis.
-Se parece a ti- sonreí.
-Esa es la idea- y rió mientras el pequeño estiraba los brazos hacia él. Nos quedamos unos cuantos minutos mirando cómo el bebé intentaba caminar por sí solo, pero apenas daba dos pasos, y se caía; no debía de tener más de un año y un par de meses.
-Travis, lo siento mucho- dije, como si ya no pudiera sostener esas palabras dentro de mi cabeza, necesitaba sacarlas de alguna forma. Levantó su cabeza y me miró, sonreía, autenticamente.
-No te preocupes- me contestó -hablé con Joe y... supongo que él te merece más que yo-
-Nunca digas eso, yo soy la que pierde aquí, cualquier chica sería afortunada de ser tu novia- traté de sonreírle como él lo había hecho, pero no pude.
-¿Eso quiere decir que ya no somos novios?- soltó una carcajada nerviosa, y volvió a mirarme, busqué su mirada, intentando pedirle perdón -supongo que ambos sabemos la respuesta-.
-Travis, yo...- balbuceé -perdóname-
-¿Por qué pides perdón? No lo hagas- tomó mis manos y las cobijó, cuando dejó a su pequeño sobrino sentado y jugando en la acolchada alfombra -no debes pedir perdón por esto, es tu felicidad, de nadie más. Ya te dije que hablé con Joseph, y puedo asegurarte que él te ama más de lo que yo jamás podría; no es que no te tenga cariño, todo lo contrario, Demi, yo te adoro, pero él está enamorado de ti-
Y, como me pasaba muchas veces, no podía encontrar las palabras necesarias, mi cerebro aún procesaba cada cosa que me había dicho. Además, que alguien más me hubiese dicho el amor que Joseph sentía por mí, me llenaba el estómago de mariposas. Sin que yo lo note, ya estaba sonriendo de oreja a oreja.
-Y tú lo amas a él- me miraba, también sonriendo.
Me sorprendí de lo mucho que Travis se preocupaba por mí, y me sentí agradecida.
-Si bien ya no estamos juntos, no quiero perderte nunca- le dije, y sus ojos brillaron de alegría -eres como un hermano sobreprotector para mí, ¿prometes quedarte conmigo?- por alguna razón, también me dolía tener que decirle esto, porque sabía que debía dolerle.
Pero lo disimuló muy bien, me lo prometió, y al fin pude respirar en paz, porque ahora sí, todo estaba en orden, todo estaba como antes, sólo que, ahora tenía a otra persona especial en mi vida.
Nos despedimos con un "te quiero mucho", un fuerte abrazo y los dos con una sonrisa en el rostro. Bajé las escaleras corriendo, pero no encontré a Joseph fuera del edificio.
De pronto, lo vi saliendo de un café Starbucks. "Lo siento, tenía que ir al baño", se excusó, causándome una agradable carcajada. Nos tomamos de las manos, y empezamos a caminar. Iríamos a buscar su equipaje al hotel donde se estaba quedando hasta ahora, para cambiarse al departamento de Nicholas, que yo aún no conocía.
No debería haberme sorprendido de que Joseph se haya estado hospedando en un hotel como el Hilton. Nos acercamos al sector de recepción, y fui hasta el mesón a pedir la llave. ¿Era de nuevo mi novio?, bueno, el chico del que estaba enamorada llegó junto a mí. Mientras la recepcionista buscaba entre los cientos de manojos de llaves, él aprovechó para voltearme y hacer que lo besara, de repente sentí sus manos bajando por mi espalda y llegando hasta un poco más abajo, dando un fuerte apretón.
-¡Joseph!- lo alejé de mí, chillando.
-Lo siento- se disculpó, riéndose.
-Sí, seguro- le respondí. Ni siquiera intenté parecer enojada, porque sabía que no resultaría. Siguió riendo, y depositó un tibio beso en mi sien.
Subimos por el ascensor, hasta la suite dónde dormía. Pasamos, y, como me lo imaginé, había una exagerada cantidad de maletas.
-¿No te conformas con ser un hombre común?- le pregunté en broma; él rió tímidamente. Dejé mi bolso en la  cama y me le acerqué lentamente.
-Te amo, ¿lo sabías?- le pregunté, apegándome a su cuerpo, ubicando mis manos en sus pectorales por sobre su playera de algodón.
-Sí, pero me encanta que me lo recuerdes- me aferró con sus fuertes manos en mi cintura, y nos acercamos lentamente, nuestros labios se rozaban, pero esto era diferente. Algo me recorría el cuerpo, lo amaba, pero estaba experimentando algo que nunca sentí antes, nos demoramos algo hasta que por fin nos besamos, de una nueva manera, complementándonos mejor.
Nos besamos, pero este beso prometía mucho más. Me asusté, terminé nuestro cariñoso encuentro repentinamente y fui al baño. Al salir, Joe estaba de espaldas hacia mí, mirando por la ventana, hacia la gran ciudad que se extendía bajo nuestros pies y nuestra mirada. En menos de un segundo ya estábamos a un centímetro de distancia.
-¿No quieres aprovechar la privacidad que tenemos en esta habitación?- susurré seductivamente, en su oído. Mis manos, que se posaban en sus hombros, se deslizaron un poco más adelante, agarré la chaqueta del traje que vestía, y la fui sacando, de a poco, hasta lograrlo. Sus pantalones de tonos plateados se le ajustaban a las piernas, y su ceñida playera negra lucía su trabajado cuerpo de la mejor forma. Volteó, raudamente posicioné mi mano derecha en su barbilla, acerqué mis labios, y el contacto que éstos tuvieron con su cara sin afeitar era bastante excitante. Ambos sabíamos lo que estábamos sintiendo, ¿lo intentaríamos?. Yo sí quería, lo que más quería era hacerle el amor.


1 comentario:

  1. me ENCANTO, y me encanta que ahora publiques más seguido :) amo la novela. :)

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