domingo, 25 de septiembre de 2011

Enchanted ~ 26.

Desperté muy animado esa mañana, me puse un buzo y una polera para ir a desayunar; en la cocina me encontré con la amiga de Danielle, habíamos estado hablando, se llamaba Ashley Greene, y tenía la misma edad que la esposa de mi hermano, por lo que era bastante mayor que yo. Pasé directo al refrigerador, encontré sólo una manzana, la lavé y la llevé a mi boca.
-¿Me das tu número?- preguntó de repente. Me di vuelta y la quedé viendo extrañado.
-¿Para qué?- pregunté frío. De algún modo me había arruinado el ánimo.
-En la tarde quiero salir, y si llego muy tarde no quiero molestar, podría ser... por si pudieras abrirme la puerta- continuó. Quería salir rápido de ahí, le di mi número, tomé la manzana y fui a la sala de estar, jugué un poco en la Xbox, luego me bañé, y me vestí con unos jeans sencillos, un polerón negro, y zapatillas rojas. 
A eso de las 3:00 de la tarde pasé a buscar a mi novia; estaba nervioso y no sabía por qué. Cargaba un oso de peluche gigante en mi brazo derecho, y un ramo de rosas en mi mano izquierda, de las cuales siete eran azules, y una era blanca. Toqué el timbre con dificultad.
Y ahí estaba ella. Radiante, con un vestido negro, ajustado, sus labios rojos, y su cabello brillante como un cascada caía por sobre sus hombros. "Hola", dije sonriendo. Ella se abalanzó sobre mí sin decir palabra; se distanció un poco de mí, y me miró directamente a los ojos.
-Felices nueve meses, hermosa- le ofrecí las rosas y el peluche, ella me observó emocionada y recibió mis regalos.
-Ven, dejaré esto adentro- me dijo, la seguí hasta el interior de su hogar. Dejó los obsequios en el sillón y levantó una cajita roja amarrada por una cinta blanca. -Esto es para ti- mencionó con una sonrisa en su cara. 
La tomé y abrí, lo primero que vi fue un brazalete formado por pequeñas cuentas redondas, y abajo una polera, la estiré, era muy de mi estilo.
-Yo tengo la misma pulsera- dijo levantando su brazo -es cursi- carcajeó. -la polera la hice yo, espero te guste- ubiqué la caja de vuelta en el sofá.
-Me encanta- me acerqué seductivamente a ella, posicioné mis manos en su cintura. -gracias-.


Fuimos al cine, compramos un gran envase de palomitas para ambos, y dos gaseosas medianas, vimos una película de horror, lo que me dio más de una excusa para poder abrazarla y besarla; luego dimos algunas vueltas por el centro de la ciudad, estaba atardeciendo, el ambiente estaba cálido, caminábamos por las calles con nuestras manos entrelazadas, el otoño llegaba en la ciudad de Los Ángles, las hojas caían a nuestro alrededor con suavidad. Nos detuvimos en el centro de una plaza, bajo los árboles. La abracé y escondí mi cara en su cuello, ella acercaba su cuerpo aún más al mío.
Me alejé sólo para contemplarla mejor, nos miramos fijamente por varios minutos, sus rojos labios me incitaban a tocarlos con los míos. 
Escuchaba una melodía intocable en el aire, algo sólo para los dos, algo sólo para ese momento. Ya eran nueve meses junto a ella, nueve meses con esa mujer... de la que me enamoré. Cada cosa de ella, su voz, sus gestos, podían enloquecerme en cosa de segundos; ella sabía escucharme, y sabía hacerme callar en los momentos necesarios. Ella me transmitía un sentimiento tan honesto que a veces me negaba a creer. A veces me cuestionaba mi propio estado mental, ¿podía ella ser siquiera real?. Sí, ya me lo había preguntado y lo había confirmado varias veces.
Ya no podía ni explicar ese sentimiento que me invadía, esas cosquillas que me daban cuando ella rozaba mi piel, esa sonrisa instantánea que surgía en mí cada vez que la veía aparecer. Al fin lograba comprender a mis hermanos; nuestra familia siempre nos enseñó a tratar a todas las mujeres como reinas, eso nos hacía volver locos con la mujer que ocupaba nuestros corazones, porque si todas son reinas, ¿que serían ellas entonces?, averiguarlo no era lo importante.
Tenía un revoltijo de pensamientos cuando la tenía así de cerca, su mirada me absorbía y me fundía en el aroma dulce de su piel, yo ya había descifrado mis sentimientos hace un tiempo, otra cosa era aceptarlos. Imaginaba cómo sería estar enamorado de ella desde ahora, tendría que aceptarlo; sí, lo aceptaba con total alegría. ¿La amo de verdad? Ya conocía la respuesta... estaba en eso cuando escuché esas palabras saliendo de su boca con la aterciopelada agudeza de su voz.
"Te amo", sonó completa y nítidamente en mis oídos, mis latidos se aceleraron, en mi frente sentía un sudor frío y mis manos tiritaban.
La acerqué ansioso, nervioso, instintivo. "Te amo", repetí casi en un grito. La besé, la besé con todo el sentimiento que pude, la besé no solo por besarla, la besé de felicidad al saber que entre nosotros se había formado un lazo especial, algo diferente a toda relación, algo intocable, algo que apenas tenía nombre, porque decir "amor" quedaba pequeño. La besé como nunca antes hice, como nunca antes me hubiese atrevido. Ella me acariciaba y correspondía a mis besos y caricias con la misma fuerza y pasión. Nuestras bocas se buscaban y chocaban, jugueteaban con sus propias reglas. Estuvimos así por una eternidad que pareció durar un segundo. Mi cuerpo entero se estremecía.
Fuimos a hacernos unas fotos en esas casetas antiguas, amaba tener esto con alguien; amaba tener a ese alguien especial a quién amar. Llevaba conmigo mi cámara Polaroid, por lo que fotos de ese día inolvidable, fueron muchas. Pero el día aún no acababa.
Mis padres y Frankie estaban visitando a Nick en NY; y por lo que capté, Kevin saldría con Dani, y su amiga. Íbamos camino a casa cuando me llegó un mensaje, revisé mi celular.
"Joe, estoy en una fiesta con tu hermanito y su esposa, me llamas a este número si quisieras hacerme compañía ;) xoxo, Ash". Pero, ¡¿qué rayos?!. Decidí ignorarla y sujetar más fuerte la mano de Demi.
Llegamos a mi casa, fuimos a la sala de estar, el mismo lugar en que nos habíamos dado el primer beso. Hice que cubriera sus ojos, y la ayudé a llegar hasta arriba.
-¡SORPRESA!- exclamé.
Había cubierto todo el piso con blandos cojines, y velas de distintos colores. No era espectacular, pero, para ser yo, era un gran logro. Y aunque mi mejor arma de conquista era la cocina, sólo decidí preparar una fuente de chocolate, y al lado, un gran bowl repleto de frutillas.
-Eres definitivamente el mejor novio del mundo- me besó para después hincarse sobre las almohadas.
Untaba la fruta en el chocolate y se lo daba en la boca, y ella a mí. Después de un rato nos sacamos los zapatos para estar más comodos, y había empezado a hacer algo más de calor por lo que me saqué el polerón.
-Te quedó algo ahí- dije tocando parte de su mentón con la punta de mi dedo. -Espera- me acerqué a ella y besé el punto que había señalado antes. Me moví hasta sus labios dando besitos en su fina y blanca piel.
-Tú tienes algo acá- dijo poniendo chocolate intencionalmente sobre mi cuello. Me senté en el piso, y ella se sentó  a horcajadas sobre mí, su generoso escote quedó muy cerca de mi rostro. Se acomodó un poco y empezó a besar mi cuello, succionó fuertemente el lugar dónde tenía uno de mis lunares, causando en mí una sensación entre dolor y placer, besaba apasionadamente todo el camino hasta mi boca, hasta que la encontró, después comenzó a besarme de una manera más fuerte, empecé a tocar su espalda y finalmente tomé y acaricié su trasero con mis dos manos. Ella sujetó mi labio inferior entre sus dientes, mordiéndolo con delicadeza, lo que disparó de manera segura mi excitación. Deslizó su palma por debajo de mi polera, recorriendo mis abdominales con sus dedos. Se despojó de mi prenda en un dos por tres, y mordió ella misma su labio, devorándome con su mirar. Gemíamos de manera inconsciente, y cada reacción de uno encendía más al otro. Decidí tomarla de sus muslos, me puse de pie y fui en dirección a mi habitación, en ningún momento dejamos de besarnos o acariciarnos cada vez de manera más atrevida. La recosté sobre mi cama y me posicioné arriba de ella, acaricié su estómago por sobre la tela de su vestido, tomé las pequeñas tiras de este que envolvían su hombro y las bajé hasta su brazo, pero ella se sentó en la cama y empezó a sacárselo por su cuenta; yo, por mi parte, aproveché de sacarme los pantalones, quedando sólo en bóxers, la erección ya era obvia, un gran bulto se escondía en mi ropa interior ansiando por salir, cuando me volví a verla, ella estaba casi desnuda, una diminuta pantaleta era lo único que le quedaba puesto. Fui depositando besos por sus piernas y muslos hasta llegar a sus caderas, di un pequeño roce con mis dedos en su femineidad, y aunque fuese por encima de ese género negro de su prenda, ella se estremeció por completo, decidí seguir subiendo hasta llegar a sus pechos, empecé a acariciarlos y pasar mi lengua por alrededor.
-Joe- dijo apenas, reprimiendo sus gemidos; me despegué de su piel para observarla- no sé si estoy lista para esto.



1 comentario:

  1. krgjregjrgergkejhgkrje morí kergjkerjgrekghrkgherkgjrehgkr
    es todo lo que puedo decir.

    buuuuuuuuuuuuenisima

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